de la hora, de lo que tarde en el transporte,
ni del yugo de tomar la mejor decisión
y del tiempo que me aprieta más mientras decido
que escogiendo cualquier opción.
Me gustaría ser - y poder, ser -
marioneta de mis sensaciones,
súbdita de la intuición,
revolucionar la expectativa de cada hora,
y si a las seis hago lo de las dos,
celebrar en rito adorador a lo que surja
en lugar de llorar el orden perdido,
que en realidad, tampoco se fue a ningún lugar.
Y lo peor es que sólo depende de mí,
y lo mejor es que dependa de mí,
siempre que mi mente esté
elegantemente vestida, clarividentemente acertada...
Dispuesta a cooperar con esta versión de mí.
Y cuando no lo esté...
Seguirá dependiendo de mí.
Me hago un recordatorio
de la relatividad del tiempo:
que si a las siete llego a la playa en vacaciones,
y no pasa nada,
quizá la sensación de vacaciones se genere porque no pase nada
porque asuma ir a la playa aún a las siete,
o "a las siete",
simplemente.
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