Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Asumir sólo es temporal.

A veces veo a papá mientras duermo. Casi siempre ha vuelto, casi siempre de un lugar lejano; y aunque yo no lo comprenda del todo, cuando le veo me da igual. Sólo una vez me molestó un poco más el haber tenido que creer que no le vería más. Pero una vez volvía, y siempre y cuando no se fuera de nuevo, yo sólo podía perdonar.
Siento que en el fondo mis sueños reflejan mucho mejor de lo que me gustaría mis sentimientos al respecto del hecho de que él no esté aquí. Siento que, a pesar de que racionalmente sea consciente de la realidad; una parte de mí, tan pequeña como infantil, se recrea en imaginar que todo es una enorme broma. Y me asusta que esa imaginación sin mucho sentido pueda ser quien me de todo mi consuelo sin querer...
En los sueños, su imagen parece tan real que siempre estoy segura de que no estoy soñando. Y cuando me despierto, me duele pensar que no le di un abrazo físico, que no le vi con los ojos en realidad. Y aun así, me siento tan afortunada de poder verle con tanta claridad, y poder abrazarle y mostrarle sin tapujos ni orgullos todo lo que le echo de menos... Cuántas veces me pregunto cómo sería mi vida con él ahora. Qué pensaría de mis estudios, de mis amigos, de mis amores; qué pensaría de mí. Cuántas veces me imagino su mirada durante una comida en el comedor de casa. Y qué pocas veces, sin embargo, dedico tiempo a recordarle, a escribirle, a llorarle... Quizá he asumido su falta, pero dudo haberla superado ni superarla nunca.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Nuevos placeres.

Veo un dibujo y se me acaricia algo dentro. El cuerpo, las curvas, las superficies casi rectas y el color. Imaginar el tacto de la piel... O las islas de casitas de color que he reconocido y, aún sin sentirlas sueño mío, me han llenado un poco. O ese vestido lleno de detalles, no tan puro, y aún sencillo, que sí merodea entre mis sueños y del que me siento enamorada. Qué placeres más extraños.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Ternura.

Tú y yo, desnudos, abrazados.

Libres para decidir a qué consecuencias condenarnos.

En la vida de toda persona se dan situaciones difíciles. Condiciones sobrevenidas, enfermedad o pérdida, que se convierten casi sin remedio en el contexto de un cambio importante. Muchas veces son el desencadenante, pero me atrevo a decir que, en ninguna, la propia condición es mínimamente responsable de hacia dónde se da el cambio. Hemos suprimido la dependencia total de esos imprevistos sobre nuestros actos gracias a ser seres conscientes; gracias a poder reflexionar sobre cómo proceder y las consecuencias de cada acción... Y por eso nadie puede refugiarse en sus problemas como razón o motivo por el que se ha tomado una mala decisión. En ningún momento habremos dejado de ser libres para elegir la opción más correcta, aunque no fuera perfecta; ni se nos habrá obligado a lo contrario.
¿Qué cuesta reconocerlo?

miércoles, 17 de octubre de 2018

Nostalgia y cariño.

Mi habitación es toda mía. Está impregnada de mí, de mi forma de ver las paredes como un lienzo y de mi manera de colocar las cosas en un orden más práctico que lógico. Su aire es mi aire y sus ventanas donde me ensueño. Dime tú si no tiene sentido que me encariñe con ella...
Aunque en realidad, no sé qué me produce el cariño. Porque mi nueva habitación sigue siendo toda mía: está impregnada de mí, de mi forma de ver las paredes como un lienzo y de mi forma de colocar las cosas en un orden más práctico que lógico. Su aire también es mi aire y, también sus ventanas, donde me ensueño. Y, a pesar de ello, no me he encariñado tanto con ella.
Quizá mi habitación fuera el anterior refugio en que me sentí acogida, quizá mi habitación sea el refugio de una yo anterior. El lugar donde quienquiera que fuera yo entonces se sintió perdida, se halló arropada, dudó, sufrió, amó y lloró: un pequeño cementerio en el que yace quienquiera que fuera yo entonces, en el que sólo yo puedo observar ese fantasma. Un tributo privado a la causa más inmediata de que ahora yo sea así. Quizá en eso, en el recuerdo del escenario en que marqué mi papel anterior y en la ligera nostalgia de esa ya pasada versión de mi, se encuentre el motivo por el que le tengo cariño a mi habitación. A la habitación en que ya no vivo.

jueves, 11 de octubre de 2018

Con el corazón calentito.

Siento paz, escalofrío. Calor en la cara y humedad en el muslo. Llueve a las 9:30, diluvia a las 10:00 y a las 10:31 llovizna. En jueves estoy entre tus brazos, de 9:45 a 10:15 en el sofá, y tu ritmicia me tranquiliza. Qué canción tan bonita hace la lluvia sobre el suelo del balcón, sé que fuera el ambiente es húmedo y frío y aquí estoy en la gloria... En la hoguera que es tu cuerpo, en tu adormilada acogida, y arropada de vez en cuando por una sutil sonrisa que se despereza entre tus rasgos. Cuando salgo la sensación no se va.
Ni aunque fuera esté frío, ni aunque los coches deslicen ruidosos sobre el asfalto empapado, ni aunque tema que se me calen los pies. Me encanta el aparente caos de los días de lluvia por el ruido del agua al moverse y el ajetreo de gente y paraguas, y me encanta vivirlo aún con la calma que me has dejado en el cuerpo y el corazón calentito. Siento que no me he movido del sofá. Y cuando salgo, la sensación no se va.

domingo, 7 de octubre de 2018

Mi riqueza.

A veces me puede la riqueza.
A veces me desvivo por un lujo tonto, un gasto caro o una comodidad innecesaria.
Soy consciente...
Y no puedo negar que merezca la pena en ocasiones.
Pero otras veces, mientras espero a que los calcetines peluditos me calienten los pies bajo el edredón, y mientras me recreo en el recuerdo de la sensación placentera de estar tumbada en el césped contigo, o de dormir en tu cama y dedicar mi primer pestañeo de domingo a tu espalda; se me olvida que existe el dinero, se me olvida que existe un formato de vida adornado, se me olvida que tu habitación es pequeña y me doy cuenta de que ni por asomo siento falta de espacio en los 80 metros cuadrados de tu piso, y tampoco en los 45 que verdaderamente son. Me siento rica, me siento cómoda, siento el privilegio de sentirme afortunada por lo exclusivo, íntimo de ese momento contigo.
Con un lugar donde mirarte es suficiente, es suficiente con el pecho al que llamo hogar.

martes, 21 de agosto de 2018

Donde descanso mi gramática.

Donde descanso mi gramática y mis músculos del alma es el silencio sepulcral sin ser silencio que escuché cuando mis oídos sumergidos bajo el agua, donde tu cuerpo unido a mí mecía al ingrávido mío.
Donde descanso mi gramática y mis músculos del alma es la voz a voces que sonó donde la noche tenía horizonte finito y aún parecía no tenerlo, cuando una penumbra oscura reconfortante alrededor de la mínima luz cálida y muchas personas se reunían y la guitarra lloraba, espontánea.
Donde descanso mi gramática y vuelve incomprensible y mis músculos del alma se hacen alma.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Encuentro sensual.

Que sepas a agua y a crema de sol. Que me hagas esperar por el veredicto de si te desnudarás conmigo o no. Cuando noto una corriente o un hilo un poco más denso que el agua recorrerme el muslo ingrávido, pero hacia abajo, porque mi sumergido interior ha rechazado mi lubricación.

Oscurecer el alrededor en un día tan soleado,
tan verde y azul,
Y reemplazarlo u olvidarlo
por tus ojos,
por tu boca,
tu pelo,
tu cara,
Tus sensaciones
y las que me provocas.

Ardemos en un pecado infernal y dulce sin sentir una mísera pizca de calor. Nos amamos refugiados, rodeados bajo el agua.

viernes, 20 de julio de 2018

Inabsolutismo, la historia de aquello que creí absoluto.

Parece que el mundo se empeña en moverse, pero quiere mover con él el palo que clavé en la tierra... ¿No puede dejarlo ahí?

sábado, 7 de julio de 2018

Sobre el autoconocimiento.

No soy la mejor persona del mundo... Ni creo que nadie lo sea. Pero tampoco creo que haya tantas personas malas como malos actos se cometen en el mundo.
Todo el mundo, directa o indirectamente, ha hecho alguna vez daño a alguien. Esto es un hecho, y si te sorprende y no te sientes identificado, te aconsejo que repases a fondo tus actos de las últimas 24 o 48 horas.
Pero, ojo, no estoy criticándote. Puesto que en una relación social se implican obligatoriamente un mínimo de dos personas, una ofensa no procede nunca jamás de una sola, al igual que tampoco lo hacen la comunicación o la pelea. En la ofensa, influyen tanto el cuidado de uno como el entendimiento y la sensibilidad del otro o viceversa.
¿A qué viene esto?
Últimamente he tenido la oportunidad de reflexionar acerca de personas a las que (en algunos de los casos) conocía de lejos, a través de otra persona que tuviera una relación más cercana tanto conmigo como con ellas. Sin embargo, e incluso buscando como amiga una postura neutral, imparcial, de amiga, para aconsejar a mis amigos o reflexionar con ellos, he llegado a reveladoras conclusiones acerca, especialmente, de personalidades influenciables y dependientes. Y yo pienso, en mis reflexiones, y estando a una rama de distancia relacional con las susodichas personalidades, la parte que falla son esas mismas. Sin embargo, desde su orilla pueden estar en la misma situación que yo y mis cercanos, y sacar sus propias conclusiones, que podrían paradójicamente ser análogas a las mías.
Lo que quiero decir con esto es que, en general, no existen tanto personas malas o malas intenciones, sino personalidades que chocan, problemas de autonomía personal, o psicologías complejas y escondidas de cuyo portador no es consciente.
Por eso me parece tan importante el autoconocimiento. Es necesario reflexionar, hacer un examen de conciencia de vez en cuando, una revisión exhaustiva de nuestros actos; y más que nada, ser capaz de llegar a la autocrítica constructiva, a la capacidad de reconocer los fallos y perdonárselos, y a la voluntad para el cambio de actitud. Si una persona tremendamente dependiente e interesada fuera capaz de descubrir y reconocerse a sí mismo el tener la autoestima por los suelos, llegaría a la conclusión de que necesita de los demás para sentirse bien, y de que no es capaz de aportar nada a cambio. Y no le hará falta nada más que un poco de ganas, un poquito de fuerza de voluntad para darse a sí mismo el amor que no encuentra en ningún lugar. Y si la persona afectada por esto se diera cuenta, paralelamente, de sus propios fallos (porque como he dicho, una ofensa no procede nunca jamás de una única persona), quizá sería más fácil reconducir una relación, perdonarse, o bien al menos sacar algo de provecho de la transición de posesión a recuerdo.

jueves, 24 de mayo de 2018

Atnemrot

La tormenta
es capaz
de ralentizar mis suspiros
con el baile musical de las gotas
extasiadas sobre las hojas,
y sus relámpagos y bramidos
son mi mayor sensación de paz.
La tormenta
es poder, y rabia y arte,
liberación, y la cognición
de un entramado iluminado
divino y desencadenante
en la ventana de mi habitación.
La tormenta,
protagonista.
Naturaleza fascinante
o fascinación natural.
Se hace dueña de la vista,
se hace nuestra, se hace mía
y con su fuerza cambiante
parece surgir de alma amante
a quien se priva de amar.
Aquí el cielo es amarillo
y los rayos blancos
como la espuma de mar...
La     tormenta,
su calmo    grito
y    mi    mayor
sensación de paz.

viernes, 11 de mayo de 2018

De cuando ya no me existes, sobre cuando no te existí.

Eras instantánea. Podíamos estar hablando horas sin que yo supiese que estaba a punto de verte. Luego sonaban un par de toques ligeros en la puerta, y me levantaba de la cama mirando la pantalla del teléfono con tu conversación abierta, sonriendo a medias tintas, pensando cómo responder ante tu chiste sobre el ratón y el elefante. Y todavía con la pantalla enfrente, abría la puerta, y diré la mentira de que te miraba de abajo arriba congelado como si fueras producto de mi mente, pero en realidad te miraba sin necesidad de verte porque, en cuanto estabas enfrente, no sé dónde estaban mis ojos, pero lo que sí sé que estaba allí eras tú. Tú, con tu presencia de colores, y reduciéndome a las más pequeñas dimensiones en tu comparación, como si yo fuese un ratón... Y tú un elefante.
Además tenías esos ojos llenos, plagados, inundados de chispas saltarinas como si hubieses tragado bengalas, de las cuales yo casi sentía que era el paradero. Parecía que me lanzaras mil estrellas de repente, como un conjuro, que sólo podía crear un pensamiento en mi mente: qué forma de amar tan pura tenías.
Mientras, yo estaba empolvado.
Tus soplos de pasión, de intuición, de locura frente a lo bien visto, pero siempre escondidos ante los ojos del mundo excepto ante los míos eran capaces de crear una nube de polvo repentina sobre mí, como dejando entrever el título y el volumen de un tomo antiguo de biblioteca abandonada. A veces la luz de la tarde se colaba por las vidrieras o los cristales rotos, y observabas el remolino, torbellino o huracán con tus ojos embelesados. Para mí eso duraba un segundo. Pero a ti... A ti entonces se te olvidaba ser efímera. Hacías que esa imagen durara meses entre tus sensaciones.
Pasaban los días, y tú llorabas y reías, paseabas entre flores y ondeabas, risueña, en algunas de mis calas mentales. Eras inocente como siempre, ingenua como nunca, y desprendías un leve aroma a sabiduría ciega, como si fueras una utopía. Eras capaz de ser tremendamente feliz aun conociendo el triste secreto de la vida, como si ignorases algo fundamental e inevitable, con lo que yo a mi vez ignoraba y negaba que tú fueses posible.
Como en todas, o por lo menos muchas de las historias sobre hadas, mi suerte fue a ser la de tomar conciencia de que no nos pertenecíamos. Miento, quizá yo sí te perteneciera. Pero tú estabas hecha de nada, y de todo. Y para mi poseerte fue, aunque quise y soñé que no lo fuera, algo inconcebible. Siempre que no estuvieras presente, para verte y creerte, tu persona era difusa y tu existencia muy dudable. Un día me di cuenta de que tú estabas plenamente segura de que yo sí existía.

Y ese día,
precisamente ese día,
supe que había dejado de existir.

jueves, 8 de febrero de 2018

Monstruos en el subconsciente.

Hay misterios en el subconsciente que, ni pensando ni con suerte, quien más se conoce desmiente.

A veces me cuesta dormir. Puedo tardar horas en conciliar el sueño. Así que a veces me invento trucos para adelantarlo, trucos de lo más cotidiano, más efectivos para mí y menos exigentes con el pensamiento que contar ovejas. A veces cierro los ojos y dejo que por mi imaginación vuelen palabras e imágenes cualquiera, libremente, rápido y sin ningún sentido, hasta que se van formando frases e historias y todo se convierte en sueños que nunca recuerdo por las mañanas. Otras veces parpadeo lento, mantengo los ojos cerrados una fracción de segundo y al abrirlos obligo a mis párpados a elevarse un poquito menos cada vez, hasta que van ganando peso y me duermo. También intento relajar mi respiración, aunque eso me hace ser consciente de su ritmo y me desvela.

Pero a veces a pesar de todo esto me cuesta dormirme, y entonces recurro a algo que hacía cuando era pequeña: inventarme historias.

Hace poco que recordé que esta era una de mis mayores costumbres. Me vino el recuerdo porque un día, de repente, me encontré reinventando una historia. Mis historias suelen parecerse más a sueños visuales, a series o a novelas en las que me imagino como protagonista y a través de las cuáles, inconscientemente hasta ahora mismo, intento explorar mis sentimientos. En ellas suele ocurrir algo que considero malo: me dan una mala noticia, discuto con alguien... Aunque mis antiguas historias eran mucho, mucho peores.

Me sorprendo preguntándome, después de tanto tiempo, qué me empuja a imaginar estas cosas. Algunas, situaciones racionalmente macabras -aunque en imágenes no llegaran a serlo-, en las que quizá daba a mi personaje los sentimientos que tan sólo se suponía que debía tener. Otras, conversaciones repetidas en las que evalúo cómo interactúa mi imaginado personaje mientras él se mueve, libre. Y en unas pocas, muy pocas, tanto ella como yo nos atascamos intentando entender qué sentimos y qué deberíamos decir. Creo que el único sentimiento claro que obtengo de estas últimas es el miedo a que ocurran...

Pero también hay otra cosa. Hay un gusto en esta exploración. Hay un placer extraño en someter a un personaje propio a una situación violenta, macabra o temida, incluso en permitir que sufra... Eso es lo que más me intriga. ¿Qué hacía que yo de pequeña no fuese capaz de frenar una sóla de mis feas historias? ¿Qué me enganchaba a ellas? Quizá el gusto por la inventiva, por saber cómo haría evolucionar la historia de modo que al final nunca fuese tan mala. O quizá por la protección que te da el sentir que eres las manos de ese circo de títeres, que tienes la situación controlada en todo momento porque eres tú quien la crea. ¿Quién sabe...?

Sea lo que sea, una cosa tengo clara.
Mi receta es  infalible para ahuyentar a los monstruos.

miércoles, 3 de enero de 2018

El verdadero responsable.

Tiempo. El gran temido Tiempo.
¿Por qué me asusta pensar que el tiempo pueda separarnos, llevarnos por caminos diferentes... Cuando en el fondo no creo que el tiempo tenga tan pequeñas preocupaciones? ¿Qué responsabilidad podría tener él en el asunto?
Por qué tememos al paso del tiempo, ¿acaso porque sabemos que cada segundo, cada centésima, cada milésima de segundo e incluso cada unidad temporal tan pequeña que sea imposible de medir supone algún cambio, por nimio que sea?
Quizá porque tememos a la alteración de lo que ahora está bien. Nos asusta cambiar, que cambien o que nos cambien, y que eso destroce nuestros monumentos.

No creo que el paso del tiempo dé por sí mismo lugar a un destrozo. Son los cambios que se producen, los mismos que han llevado a la construcción de los monumentos, los que pueden derrumbarlos. Pero no por más tiempo que pase más fácil será el derrumbe.
Habrá habido más posibilidades de cambiar hacia el derrumbe. Pero también habrá habido las mismas posibilidades de cambiar hacia el refuerzo.

Si el tiempo tuviera voz, probablemente nos diría: 'Ni confiéis en mi ni me temáis: yo sólo paso, no ocurro. Preocupáos de sentir. Preocupáos de cuidaros. De los cambios a los que eso dé lugar, sí podréis fiaros.'

martes, 2 de enero de 2018

Explorarme. Creo que ese es mi mejor propósito para este año, a pesar de que a veces, si lo pienso, tanto movimiento con el cambio de año me parezca ridículo. Pero no es tanto por el año nuevo. Me lo propongo de ahora en adelante, porque ahora mismo se me ha ocurrido.
Quiero salir de ruta por mis caminos. Quiero respirar el olor de mi naturaleza y saber reconocerlo. Quiero probar cosas nuevas, descubrir nuevos senderos que vetarme o añadir a mis paseos. Quiero expandirme, expandirme como una sombra que sólo sobrevive bajo mis condiciones, y que quiere conocerlas todas.

Quiero escuchar nuevos ruidos de animales y decidir si me gustan o no. Quiero cambiar de entorno y subirme a las copas de los árboles o agarrarme bocabajo con las uñas clavadas a las ramas -cuando me crezcan las uñas-. Quiero descubrirme a mí y mis capacidades.
Porque, de todas las personas del mundo, yo soy mi mayor desconocida.

lunes, 1 de enero de 2018

Fears.

Ahora que sé que sí ocurre, una de las cosas a las que más temo es a vivir intensamente. Pero no por el riesgo, yo me arriesgaría una y mil vidas...  sino porque tengo miedo de que las cosas bonitas, las pequeñas cosas que te hacen ser feliz y que te hacen sentir en casa y como si tu vida fuese una película, se esfumen de la nada. Porque sé que sí ocurre.