Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Mialægro.

En vísperas de Navidad el mundo entero se revuela. Las luces tintinean en las calles y la ilusión se esconde en las pupilas de los niños; y la gente, mientras tanto, se cuestiona las preguntas más olvidadas de la inmensidad de su mente.
A mí me rompía el alma lo que los hechos me obligaban a creer: que no te importaba nada, que no fui nada trascendente para ti. Qué curioso incidente el de cruzarme contigo y no verte después de haber repetido la escena mil veces en sueños y deseos que pudieran convertirse en pesadillas, ¡quién me lo iba a decir! Parece que en el gran motor del mundo se hubieran conectado cables y caminos y se hubiesen retomado las obras abandonadas de un paso iluminado. ¡Y no quepo en mí de alegría! Pues, aunque no estoy muy segura de a dónde me llevará esto, es bonito observar de nuevo las vistas.
En vísperas de Navidad, la magia hace de las suyas. Corretea por tejados y resbala en canalones, enciende chimeneas y baila en salones. El Lunes me sacó a bailar aunque no llevaba tacones; la música sonó y me atrapó entre dos canciones. Tu pasado, tu pasado, tu pasado... mis emociones.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Derivando, en búsqueda.

Últimamente mi cabeza está en la ribera de un río y mi niebla es la apatía permanente y densa que me impide observar el agua correr. Normalmente esa imagen suele despertarme deseos, ilusiones... Pero hace tiempo (frío) que no tengo ni el más mísero objetivo.
Intento rebuscar entre mis escombros y un fantasma me traslada a un pasado en el que yo perseguía la máxima expresión de mí, mi propia superación. Ahora, aunque no deja de ser un instinto de mi personalidad buscar siempre una mejora, ha pasado de ser mi punto de mira a ser un mero trámite odioso que me hace recordar cada día que no he decidido hacia dónde quiero que me lleve. O, simplemente, hacia dónde quiero ir.

Y es que, aunque tenga mis pequeñas ideas, mis imágenes y mis deseos, me veo incapaz de llevarlos a cabo; me quedan grandes como prendas de abrigo, y siento que no puedo crecer más. Quizá ni quiero.

Así que soy un barco sin timón y a la deriva sobre terreno pedregoso, y me empuja la perspectiva de ser un buque grandioso; pero, antes que serlo, ojalá se disipasen la niebla y este frío horroroso u ojalá en las aguas de un río lograse encontrar reposo.