Y de repente, ahí apoyada, de pie sobre un árbol con los pies cruzados en una femenina postura y viendo pasar los coches, con sus faros de luces bailando, girando alrededor de una rotonda; soy capaz de hacer clara en mi mente esa idea que ya me rondó en algún momento: todo esto es un absurdo juego.
My shadow's wall, de Lígula, suena en mi cabeza inducida por el sonido de mis auriculares; y tiene un ritmo que, de alguna forma extraña y mediante el acompasaje con el movimiento aparentemente irregular de los vehículos, se compromete a hacerme ver que todo lo que observo fue un día un campo verde. Un campo verde a través del cual podría haber caminado libremente, tomando cualquier dirección, eligiendo cualquier sentido y dándole o no a mis pasos un punto como objetivo.
Sin embargo, hoy se ha convertido en una carretera unidireccional y de única orientación; en aceras que limitan mis costados y en edificios que obstaculizan el camino de mi mirada hacia el horizonte.
Y me resulta hasta irritante cuando, al girar la cabeza hacia mi derecha, un sonido, aparte del de la música, busca un hueco para colarse en mis oídos: el "chaschaschás" del agua de la fuente.
martes, 29 de noviembre de 2016
¿Y nuestra animalez?
sábado, 19 de noviembre de 2016
-Sal de ahí.
¿Y qué contarte de las malas pasadas de la mente?
La mía me tiene atrapada, enredada bajo redes y enterrada entre disgustos; por más que sepa que tras las ramas hay sol.
¿Nunca te has preguntado qué harías en tal situación, estando indefenso y bajo las tramas de alguien? Siempre me visualizo en el contraataque, pero en este caso soy incapaz de actuar. Espero el momento en que alguien llegue y me saque de entre el entramado, y es que quizá sea que estoy cansada de luchar... De luchar contra el invierno y quedar congelada hasta la primavera.
-Sal de ahí- desearía decirme, de la forma más persuasiva del mundo, tendiéndome una mano.
martes, 1 de noviembre de 2016
Entre tus brazos.
Qué feliz soy. Qué feliz me haces. Y lo que más me gusta es que no alcanzas a imaginarte hasta qué capa de mi cuerpo has calado, porque aunque conoces todas las cosas que haces y cómo de dulcemente me tratas, el momento en que mi amor por ti avanza a zancadas surge mientras duermes.
Qué bonito es acariciarte, sentir tus músculos relajados moviéndose involuntariamente al ritmo de tu respiración bajo tu piel de terciopelo mientras la mía se eriza de placer cuando la rozan tus sábanas y la abraza tu compañía; escuchar únicamente cómo el aire entra y sale de ti al compás de tus latidos, que retumban en el oído que apoyo sobre tu pecho, como si fuera un intruso y a la vez un inquilino. Susurrarle de forma inaudible a tu lejana consciencia la forma en que te veo cuando no puedes verme mirándote, preguntándome si en alguno de esos, tus olvidados sueños, estarás escuchando lo que confieso al aire y apenas oigo yo. O darme cuenta de que allí donde estoy soy invasora, extranjera; de que me encuentro en el único pequeño lugar del infinito universo que está hecho en exclusiva para e impregnado por completo de ti, y ser consciente de lo mucho que aprecio que lo compartas de tal forma conmigo, colándome y arropándome entre las mantas que siempre te han rodeado sólo a ti. Permitiéndome presenciar cómo vas conciliando el sueño, cómo respiras, las posturas que te hacen sentir cómodo y la suavidad con que te despiertas. Permitiéndome ser partícipe de todo aquello de lo que tu magia hace parecer imposible que te dotes, y que a la vez, es lo que más mágico te hace a mis ojos.
Es un verdadero amanecer en plena noche el despertar y estar acurrucada sobre ti, poder compartir esos momentos con tu onírico ser y descubrir que eres, a la vez, tan bonito como humano.