Es curioso: últimamente me ha dado por preguntarme si soy feliz, y cada vez que me surge la duda me enzarzo en una discusión conmigo misma. Algo que, más o menos, suena así:
-¿Que si eres feliz, dices? ¡Ay, Marinita, tú sabes bien lo feliz que has llegado a ser...!
-¿Y por qué no habría de serlo ahora, a pesar de que ría menos?
-Tú misma lo sabes: de tres años para aquí te has vuelto más seria, más...
-Yo diría sofisticada o, más bien, pulida.
-Como quieras. Eso no es lo que diría tu Yo de entonces; estabas convencida de que no querías convertirte en alguien gris.
-¿Crees que soy alguien gris?
-La verdad... creo que no. Es cierto, has crecido y te has pulido, te has cubierto los secretos y los puntos de belleza con capas de individualidad... Y ya no te muestras ante cualquiera. Pero eso no quita que tengas tus pequeños astros de luz dentro.
-Sí, creo que esa es una de las grandes cosas que la vida me ha enseñado.
-De cualquier manera, ¿qué te impide reír ahora mismo?
-¡Nada! La verdad, nada... Pero quizá mi risa se haya vuelto más selectiva o tímida, o quizá ahora le guste hacerse de rogar. Sin embargo, que no ría no significa que no sonría por dentro...
-¿Y tú sonríes por dentro?
-Estoy bastante convencida de que sí.
-Eso me suena a que no estás muy segura...
-¿Sabes? No es fácil asegurar que eres feliz cuando sabes que en cualquier momento puede ocurrir algo que te haga sentir desdichada...
-Hemos pasado por mucho, estoy de acuerdo.
-... pero quizá en eso consista ser feliz: en saber que, por encima de toda desdicha, ...
-... se puede llegar a una felicidad conforme y no excluyente del pasado.