Voy a dirigirme a ti porque tengo muchas cosas que decirte, si es que quieren salir todas.
¿Sabes? Nunca pensé que esto fuese a hacérseme tan difícil. No sabía que el hecho de tener o no una fotografía colgada en la pared podía significar un cambio. En fin, también es posible que me obsesionase con la idea de que lo haría y por eso ahora te recuerde más. En cualquier caso, era necesario que lo hiciera.
De alguna manera, seguía sintiéndome protegida por ti. De alguna manera, seguía sintiéndote cerca y seguía creyendo en mis corazonadas. Siempre he sido un poco ilusa, un poco reacia a ver la realidad sin elucubrar sobre ella; y siempre que me las he dado de bruces me he vuelto a negar a renunciar a mis fantasías.
Estaba consiguiendo sentirme bien, apenas recordarte y, al hacerlo, que ello fuese únicamente con los momentos bonitos. Pero también en ocasiones me culpaba, me seguía sintiendo culpable por las cosas que dije sin que aquello pudiese depender de mi control. Y por eso decidí apartar todo aquello que me hacía sentir aún apegada a ti, a ver qué ocurría, y es curioso.
La verdad es que no sé muy bien cuándo, pero hace poco me di cuenta de que ese sentimiento de cercanía a ti sin que en realidad estuvieras me aprisionaba sin ningún motivo aparente. Sé de sobra que todo lo que pasó escapaba a mi control, era demasiado grande para estar en mis manos; supongo que tengo excusa si por una puñetera vez en la vida hago algo sin pensar, supongo que es excusa suficiente el hecho de no poder pensar por culpa del cansancio y los sentimientos acumulados. Supongo que en el fondo lo que mi interior me decía no me estaba engañando: me sentí sola. Me sentí incomprendida cuando más necesitaba un apoyo, tu apoyo.
Ahora, no sé por qué, siento mucho enfado. Siento enfado conmigo misma por no haber sabido estar bien, por no haber sabido equilibrarme a mí misma con alguien más por enésima vez en la historia de mi vida. Siento enfado por tu huída, siento enfado porque no me hayas preguntado ni un mísero qué tal. Siento decepción y a la vez sigo sintiendo culpa por lo que siento, porque, como la imbécil de siempre que soy, sigo pensando que en el fondo tu intención no es dejarme sola así.
Es que; sin embargo y contra toda evidencia, algo en mí me impide creer lo contrario. No sé si es porque me duele demasiado pensar que realmente eres así, o que me odias; no sé si es porque directamente no soy capaz de concebir la idea porque estoy obcecada en que todo tiene que terminar saliendo bien.
No lo sé.
Sólo sé que, si sigo pensando tan bien de todo, acabaré desilusionada.
Y sé que, si procuro odiarte o enfadarme contigo, será un engaño.
Definitivamente, no te culpo por huir, pero no me merecía tanta indiferencia.
No puedo sentir odio, ni puedo sentir optimismo al acordarme de ti porque aún implicas mi presente. Ojalá el día en que te sienta verdaderamente lejos de mí, ojalá el día en que recupere el cachito de mí que se quedó contigo tú también lo hagas y recuerdes de dónde procedía. Y ojalá algún día me expliques por qué ahora te muestras tan indiferente, como si nunca te hubiera importado, por qué tan despreocupado; y pueda perdonártelo.
Pero, ahora mismo, sólo puedo estar decepcionada.