Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.
sábado, 30 de enero de 2016
Ser un Yo sin Tú no es estar bien.
¡Qué estúpido se me hace todo esto! Cuánto te echo de menos.
No puedo negar que me haya venido bien; me había perdido un poco. Ahora estoy en mi camino de nuevo, aún un poco metida en el carril derecho; pero sé que reaparecerás para llevarme por el centro.
Qué absurdo se me hace todo esto. El sinsentido de saber que no estás del todo bien, de saber que lo que te pedí que me dijeras es mentira, de saber que todo esto lo haces por mí, en el fondo, y tener la certeza de que el tiempo no haga más que alejarte día tras día; y aun así no poder hacer nada más que esperar. Esperar por ti, con mi vestido de princesa y mi expresión más triste, sentada en cualquier rincón de la ciudad y muerta de frío. Esperarte.
Y así te esperaría toda la vida si hubiese de ser así por tenerte conmigo al final de ella; pero ya que todo es tan incierto; por dios, ven y rompe mi espera, me eterniza y envejece cada segundo que paso sin ti. (Y por más que lo niegues, sé que para ti también es todo así...)
Oh, por favor. No hagas tanto por mí y date el lujo de recordarme y expresarme tus miedos; sé que en realidad lo necesitas. Y yo lo deseo con todas mis fuerzas.
Siento tu tristeza, no sé cómo, pero me la transmites, y siento tu soledad porque también se trata de la mía; aunque sé que tú estás más tranquilo pensando que yo estaré bien.
Pero no, no estoy bien. Estoy mejor, sólo eso: más contenta conmigo, más entretenida, soy más yo.
Pero soy un Yo sin Tú, y, en mi condición de enamorada perdida, eso... Eso no es estar bien.
Quédate conmigo. Me decías que lo harías.
Quédate conmigo.
Qué
da
te...
martes, 26 de enero de 2016
Still loving you.- Once again.
Aunque sé que ésta vez será aún peor que la anterior.
¿Quizá por el sinsentido que esta situación supone? ¿Quizá por la decepción que todos piensan que debería sentir y que ni yo sé siquiera si siento? ¿Quizá por lo bajo que caí intentando salvarnos a ambos?
Recuperarme de esta caída no será nada fácil. Saldré demacrada, maquillada, fuera de mí; con las cuencas de los ojos vacías y las pupilas dilatadas; los iris verde pistacho y finos como la circunferencia lunar; el pelo enmarañado, estropeado y mugriento; y la sonrisa triste destrozada como nunca hubo cual. Con las lágrimas congeladas como témpanos de cristal.
Y, por supuesto, no volveré a creer en el amor.
O quizá sólo pierda la creencia en mí misma.
¿Por qué se hace tan duro? Desde pequeña he podido observar su fuerza; la unión que creaba, la belleza, el cariño, el apoyo mutuo: una hermosa novela. Y, sin embargo, en mi historia amorosa no hay más que fábulas, cuentos ejemplarios en los que yo soy la liebre, el malparado; cuentos de los que yo no sé interpretar la moraleja.
Contadme qué está pasando. Qué hago mal, de qué no me fío y de qué me fío de más; contadme si el problema soy yo o los demás, que alguien me diga si estoy condenada a olvidar todas estas experiencias y a dejarlas atrás argumentando que no fueron más que tiempo perdido.
Lo triste es que, por más que me lo digáis, me negaré a creerlo.
A veces es mejor una bonita mentira que una triste verdad.
Me das promesas, me das besos, me das cariño, me adiestras como si yo fuese el zorro y tú el principito, y en el momento en que más te necesito te vas. Huyes, te alejas de mí; no sé si vas a por tu rosa, si quieres explorar otros planetas en que yo no puedo vivir...
Pero yo siento que te he gruñido. Que he sido infiel a tu domesticación, que me he impuesto, que te ha dolido. Que me has quitado el collar y, ante mis ojos de cachorro, me has abandonado.
Te has ido caminando. Y, por más que yo gimiera, no has vuelto la vista atrás.
¿Quién declaró la guerra a quién? Yo ya no lo distingo, pero percibo con gran facilidad las puntas de las lanzas clavándose en mi pecho y en mi garganta, obligándome a llorar desde el corazón y a iniciar la retirada.
Pero sigo resistiendo. Sigo creyéndome inmune. Sigo pensando que aún nos queda un pacto de paz posible: ya hemos sufrido la distancia. Ahora nos queda, de nuevo, el tiempo.
Me niego a creer que esté siendo derrotada, te echo tanto de menos...
Echo de menos tu suavidad. Tu serenidad. La paz que transmitía tu cuerpo y los nervios que tu leve temblor delataba.
Pero ahora estamos en guerra. Ahora el interior calla de intranquilidad y el exterior se ofrece libremente a su merced: una partida de ajedrez en la que el tablero se alarga y se divide y se rompe, y nadie mueve sus piezas pero todas ellas caen.
Vuelve conmigo. Es lo único que te pido.
sábado, 23 de enero de 2016
I was feeling insecure... You might not love me anymore.
John Lennon - Jealous guy.
I was dreaming of the past,
and my heart was beating fast.
I begin to lose control.
I begin to lose control...
I didn't mean to hurt you...
I'm sorry that I made you cry.
I didn't want to hurt you...
I'm just a jealous guy.
I was feeling insecure,
you might not love me anymore.
I was shivering inside,
I was shivering inside...
I didn't mean to hurt you...
I'm sorry that I made you cry.
I didn't want to hurt you...
I'm just a jealous guy.
viernes, 22 de enero de 2016
Sé mi hogar.
Te quiero. Te quiero tanto...
No sé por qué me da por estar tan ciega a veces; no sé por qué temo de la realidad cuando sé que cualquier fantasía que me enseñes será preciosa y fácilmente tangible. No sé de qué huyo, quizá del dolor; pero tanto correr y huír me ha vuelto escurridiza y ahora es éso lo único que me duele.
Haberme zafado de tu abrazo. De tu abrigo. Y de tu amor.
Y, además, tan bruscamente. Con mentiras que quería creerme para que fuese más fácil iniciar la retirada.
Pero he cometido el mejor error de mi vida: he vuelto la vista, y te he visto ahí plantado, con los ojos vacíos mirando al horizonte. Ausente. Tan cerca y tan lejos de mí.
Me he descarriado, como una oveja, del rebaño; y ahora troto confusa buscando el camino de vuelta hacia ti. Porque no, no me merece la pena perderte por nada del mundo.
Te echo de menos.
Una caja de recuerdos
y fiestas de guardar...
Media vida en cada intento,
y la otra media en pinzas de metal...
Ya es un clásico
seguir la zanahoria con tu aliento aquí detrás.
Un desorden milimétrico
me acerca hasta el lugar,
lleva a cabo mi propósito
de ser cuchillo y presa a la par...
No es tan trágico
jugar con la distancia y heredar su soledad.
Cuarteles de invierno,
rompiendo su silencio;
muñecas de hielo
testigos de este encierro.
Fue tan largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Botiquines para amnésicos,
leyendas de ultramar...
Soldaditos presoviéticos,
sellé mi guerra y paz particular.
Hay un misterio
de mapas que no llevan al tesoro
ni a epicentros
a punto de estallar:
son las leyes de la física,
y el tiempo no se pone en mi lugar.
Ya es un clásico:
perdí el salvoconducto y ahora espero al emisario,
que nunca llegará.
Cuarteles de invierno,
rompiendo su silencio;
muñecas de hielo,
testigos de este encierro.
Fue tan largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Por mucho
que vuelvo,
no encuentro mis recuerdos.
Los busco,
los sueño,
lo propio ya es ajeno.
Cayeron
los bordes,
y el vaso ya está lleno.
Y ahora solo intento vaciar,
sólo necesito despegar.
Fue tal largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Ojalá no me confunda y tus brazos sean para siempre mi hogar, mi despegue, mi silencio, mi cuartel y mi libertad; cuchillo y presa de mí a la par.
Aunque las leyes de la física, el tiempo y la distancia no se pongan en nuestro lugar.
No sé por qué me da por estar tan ciega a veces; no sé por qué temo de la realidad cuando sé que cualquier fantasía que me enseñes será preciosa y fácilmente tangible. No sé de qué huyo, quizá del dolor; pero tanto correr y huír me ha vuelto escurridiza y ahora es éso lo único que me duele.
Haberme zafado de tu abrazo. De tu abrigo. Y de tu amor.
Y, además, tan bruscamente. Con mentiras que quería creerme para que fuese más fácil iniciar la retirada.
Pero he cometido el mejor error de mi vida: he vuelto la vista, y te he visto ahí plantado, con los ojos vacíos mirando al horizonte. Ausente. Tan cerca y tan lejos de mí.
Me he descarriado, como una oveja, del rebaño; y ahora troto confusa buscando el camino de vuelta hacia ti. Porque no, no me merece la pena perderte por nada del mundo.
Te echo de menos.
Una caja de recuerdos
y fiestas de guardar...
Media vida en cada intento,
y la otra media en pinzas de metal...
Ya es un clásico
seguir la zanahoria con tu aliento aquí detrás.
Un desorden milimétrico
me acerca hasta el lugar,
lleva a cabo mi propósito
de ser cuchillo y presa a la par...
No es tan trágico
jugar con la distancia y heredar su soledad.
Cuarteles de invierno,
rompiendo su silencio;
muñecas de hielo
testigos de este encierro.
Fue tan largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Botiquines para amnésicos,
leyendas de ultramar...
Soldaditos presoviéticos,
sellé mi guerra y paz particular.
Hay un misterio
de mapas que no llevan al tesoro
ni a epicentros
a punto de estallar:
son las leyes de la física,
y el tiempo no se pone en mi lugar.
Ya es un clásico:
perdí el salvoconducto y ahora espero al emisario,
que nunca llegará.
Cuarteles de invierno,
rompiendo su silencio;
muñecas de hielo,
testigos de este encierro.
Fue tan largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Por mucho
que vuelvo,
no encuentro mis recuerdos.
Los busco,
los sueño,
lo propio ya es ajeno.
Cayeron
los bordes,
y el vaso ya está lleno.
Y ahora solo intento vaciar,
sólo necesito despegar.
Fue tal largo el duelo que, al final,
casi lo confundo con mi hogar.
Ojalá no me confunda y tus brazos sean para siempre mi hogar, mi despegue, mi silencio, mi cuartel y mi libertad; cuchillo y presa de mí a la par.
Aunque las leyes de la física, el tiempo y la distancia no se pongan en nuestro lugar.
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