Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Ingeniero de mí.

¡Hola, mundo de creadores! Quisiera hablar con el ingeniero de mí.

Pienso que quien me ideó no lo hizo mal, francamente. No se olvidó de ningún sentido, no cometió fallos al montarme ni perdió las piezas más pequeñas, supo dotarme de un brillo alegre en los ojos y una sonrisa, y como firma añadió un lunar. No creo que fuese el mejor creador del mundo, ni mucho menos que fuera obediente: los cánones de belleza se los tomó un poco de su mano. No me esculpió con porcelana, no encontró esmeraldas para mis iris ni pudo permitirse el oro para mi cabello, pero pudo darme un toque personal, supo concederme la magia de pinocho y consiguió que saliese sincera. Me puso una cabeza bastante amueblada y una conciencia endiabladamente parlanchina, y me hinchó con sentimientos como si de un globo me tratase: "un poquito de empatía por aquí, algo de celos por allá, ahora una pizca de amor... ¡No, eso es demasiado, podría explotar!..., y un poquito de tristeza, para compensar". Desde luego, he de estarle agradecida.

Pero yo venía a plantearle cierta duda que me ha surgido. Usted coloca sus figuras en función de las dotes que les haya dado, pude verlo allá, en una de sus estanterías: un corrillo de figuritas juguetonas allí, una fila de figuritas serias y firmes a su izquierda, y en la balda de abajo un guirigáy de figuritas alegres... Pero existe un caracter común para todas ellas, ¿no es así? ¿Acaso no todas aman sus pequeñas agrupaciones, acaso no las perciben como un hogar?

Verá, señor ingeniero de mí, yo no puedo observarme a mi misma y por tanto no puedo saber si pertenezco a alguna de esas agrupaciones. Sólo sé que junto a mí no hay figuritas similares y que a veces me apetece volar. ¿Dónde me colocó usted, señor? ¿Cuál es mi lugar entonces?

Hay personas que sólo encajan plenamente en sí mismas.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Matices I: Recuerdos.

Cómo pasa el tiempo.
Aún puedo verme en el ayer de mi mente: pelo liso, morena, ojos marrones en invierno.
No he cambiado tanto...

Aún puedo verme sentada a la mesa, cortando una cartulina para que la gente de la calle arrancase papelitos con corazones por el día de San Valentín. Me recuerdo tumbada en el suelo, dibujando un futuro cuadro de mi habitación -el cual ha pasado ya a mejor vida-. Puedo revivir esa primera versión de mi mundo interior sólo escuchando una canción de Cali & El Dandee, y enmarcar mi visión del mundo exterior sólo combinando un par de prendas de ropa -que ya estarán desperdigadas por ahí-.
Puedo incluso, gracias a fotos de tuenti con textos de lo más cursi, reencontrarme en un momento con todos mis vínculos; por entonces decía que tenía 16 mejores amigos. No tengo ni la más remota idea del paradero de la mayoría; otros permanecen cerca, pero de otra forma ciertamente más lejana; y con suerte, con un par de ellos -si llega- supe juzgar bien.

Me resulta asombroso cómo aplica el tiempo su magia. Por más que huyas de él, si te despistas se te colará dentro: por tu boca al respirar, por tus oídos al escuchar al viento rugir.
Me gusta comparar las dos imágenes en la caja de cereales: la misma escena, la misma época del año, la misma niña con un par de centímetros más. Y a su alrededor, y por dentro, todo es diferente.

Recuerdo aquél año como el principio de mi vida: descubrir, conocer, inventar, sentir. Sobre todo sentir. Sentir deseo.
Aún puedo revivir el momento al verle, el antes y el después de la calma que mis nervios esperaban y que los volvía a dejar con hambre. Todavía me afectan como puñales sus palabras dichas hace tanto, ya perdidas entre ecos, ante las que yo no sabía qué decir por inexperiencia.
Pero lo que más vívido se hace en mi mente son las ganas que tenía de que él me besase.
Jamás hubiese tenido yo la iniciativa; y de hecho, jamás la tuve. Pero sí tuve un sueño, siempre el mismo, mientras le observaba despierta.

¿A quién se le ocurrió la remota idea de que yo y yo fúesemos la misma?

Hoy día, me cuesta recordar la última vez que sentí algo así. Mi mente analítica tiende a considerar que, con el tiempo, perdemos sensaciones y ganamos experiencias; y no estoy del todo segura de si eso termina de merecer la pena. Porque echo de menos mi inocencia, y aunque me copiase y pegase en la mí misma de antes, ya estaría fuera de contexto.

Hoy día, me cuesta recordar la última vez que sentí algo así. Quizá ese pequeño matiz de la pasada inseguridad sea lo que lo haga parecer más mágico de lo que lo han sido los demás. Quizá su eternidad consista en ser recuerdo... Aunque eso también me complace.

(Eres único en mí)

martes, 1 de septiembre de 2015

[N] (SPOILER) Preludio al des enlace.


Estoy enamorada. Y tanto como amo sufro. Y no creo que sea una ocasión fácilmente repetible.
Separo los días en dos: aquéllos en los que el dolor se frena con una cápsula de amor, y aquéllos en los que el dolor es tan fuerte que amortigua sus efectos. Y en esos días -que suelen ser oscuros como la noche-, me encuentro deseando con todas mis fuerzas terminar de una vez con todo el amor del mundo, quedarme sin provisiones para acallar el agonizante susurro de mi interior al explotar.
Y es que jamás te imaginarías un dolor tan agudo, ni un amor tan espléndido.

Sin embargo, ya no se compensan entre los dos. En el lado del dolor se une al juego también perderte.
Y aún así, sigo dudando.

¿Y si en el fondo tengo miedo? Miedo de perderte, pero también de perder lo que siento. ¿Y si no se repite una ocasión cómo esta? En la que disfruto con las partículas de aire que rebotan contra tu piel.

¿Seremos capaces de salir por este agujero? ¿Me recordarás después? ¿Seguirás conmigo buscando la salida del laboratorio? No creo que los ratones sean leales, pero nosotros no somos ratones.
Aunque, por si acaso, no quiero tener que superarte sin ti.

Siempre creí en el amor. Y ahora sé que existe.
Es sólo que no pensé que tendría que abandonarlo.