Nunca me imaginé que llegaríamos hasta aquí. Ni siquiera me planteé que algún día podríamos ser capaces de romper con el impacto el límite de nuestro simple y eterno laberinto. No se me ocurrió pensar que podría no ser eterno.
Éramos ratones de laboratorio, sujetos encerrados en un recorrido con forma de D con paredes (casi) indestructibles, un experimento de las alimañas todopoderosas que nos habían plantado allí, más alimañas que nosotros. Querían ver qué hacíamos. Querían que escapáramos.
Primero fuimos sólamente animales mientras nos acostumbrábamos a nuestro nuevo hábitat. Dábamos rodeos en la curva, hacíamos zigzag en la recta. Nos olisqueábamos mutuamente con curiosidad, también las paredes y el suelo, mordisqueábamos la nada para descubrir su materia; ¡qué bonito lugar!, interpretaban.
Le dimos millones de vueltas a la D. La pusimos tantas veces en forma de O y de B que al final decidieron por nosotros mantener su primer diseño. Y ya estábamos cansados de caminar con nuestras patitas cortas por todos lados sin más que ver que pared. ¡Por eso, la colorida vida encerrada en ti y tu rostro parecía lo más hermoso que aspiraban a ver mis ojos!
Con el tiempo dejamos de tener curiosidad por nuestro lugar de encierro, y ya que sólo recibiríamos comida al final del experimento si caminábamos, nos limitamos a seguir una línea imaginaria trazada bajo la capa de nuestra mente sobre el suelo de la D.
Hemos sido autómatas, robots utilizados, fruto de manipulaciones. Hemos caminado por caminar, buscando un premio -¡y ni siquiera un premio!, más bien un desenlace- que llegará cuando todo termine, si es que termina. Cuando, o bien escapemos, o bien nos dejen ir.
Ya hemos recorrido otras mil veces más nuestra D. Solemos caminar cerca, aunque hay veces en que alguno de los dos se queda un poco atrás, o alguno un poco alante. O ambas a la vez.
Las paredes no cambian de unas zonas a otras, pero sin duda la parte más bonita es la recta, porque aunque nos separemos sigo viendo tu cuerpo, que se mueve, que deleita mis ojos de animalillo con esa simple variedad cambiante que nunca ha dejado de ser totalmente distinta cada vez que la observo.
Seguimos caminando, incansables, y mientras tú ves todo sin inmutarte desde unos ojos que no son los míos, continúas con tu trabajo de ser lo más hermoso de este encierro.
Lo cual me encierra a mí en una subD de querer/no querer irme de aquí por miedo a que te alejes demasiado después entre todas las calles triangulares y rotondas de este laboratorio, y te pierda de vista. Por miedo a ya no saber separarme de ti.
Creíamos que estaríamos encerrados para siempre y nos resignamos. Nos alegramos la vista mutuamente sonriendo con las orejas y nos mantuvimos con vida y calentitos bajo el frío, y afrontar un encierro para siempre nos pareció fácil y simple. Para mí fue incluso bonito, en tu caso.
Sin embargo, mira lo que hemos hecho.
Dejamos de caminar, y en el lugar más soleado jugamos un pilla-pilla. ¿Quién perseguía a quién? ¿Quién empujó tan fuerte?
... Ahora hay un boquete en la pared.
⁉