Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

miércoles, 24 de junio de 2015

D.




Nunca me imaginé que llegaríamos hasta aquí. Ni siquiera me planteé que algún día podríamos ser capaces de romper con el impacto el límite de nuestro simple y eterno laberinto. No se me ocurrió pensar que podría no ser eterno.
Éramos ratones de laboratorio, sujetos encerrados en un recorrido con forma de D con paredes (casi) indestructibles, un experimento de las alimañas todopoderosas que nos habían plantado allí, más alimañas que nosotros. Querían ver qué hacíamos. Querían que escapáramos.
Primero fuimos sólamente animales mientras nos acostumbrábamos a nuestro nuevo hábitat. Dábamos rodeos en la curva, hacíamos zigzag en la recta. Nos olisqueábamos mutuamente con curiosidad, también las paredes y el suelo, mordisqueábamos la nada para descubrir su materia;  ¡qué bonito lugar!, interpretaban.
Le dimos millones de vueltas a la D. La pusimos tantas veces en forma de O y de B que al final decidieron por nosotros mantener su primer diseño. Y ya estábamos cansados de caminar con nuestras patitas cortas por todos lados sin más que ver que pared. ¡Por eso, la colorida vida encerrada en ti y tu rostro parecía lo más hermoso que aspiraban a ver mis ojos!
Con el tiempo dejamos de tener curiosidad por nuestro lugar de encierro, y ya que sólo recibiríamos comida al final del experimento si caminábamos, nos limitamos a seguir una línea imaginaria trazada bajo la capa de nuestra mente sobre el suelo de la D.
Hemos sido autómatas, robots utilizados, fruto de manipulaciones. Hemos caminado por caminar, buscando un premio -¡y ni siquiera un premio!, más bien un desenlace- que llegará cuando todo termine, si es que termina. Cuando, o bien escapemos, o bien nos dejen ir.
Ya hemos recorrido otras mil veces más nuestra D. Solemos caminar cerca, aunque hay veces en que alguno de los dos se queda un poco atrás, o alguno un poco alante. O ambas a la vez.
Las paredes no cambian de unas zonas a otras, pero sin duda la parte más bonita es la recta, porque aunque nos separemos sigo viendo tu cuerpo, que se mueve, que deleita mis ojos de animalillo con esa simple variedad cambiante que nunca ha dejado de ser totalmente distinta cada vez que la observo.
Seguimos caminando, incansables, y mientras tú ves todo sin inmutarte desde unos ojos que no son los míos, continúas con tu trabajo de ser lo más hermoso de este encierro.
Lo cual me encierra a mí en una subD de querer/no querer irme de aquí por miedo a que te alejes demasiado después entre todas las calles triangulares y rotondas de este laboratorio, y te pierda de vista. Por miedo a ya no saber separarme de ti.
Creíamos que estaríamos encerrados para siempre y nos resignamos. Nos alegramos la vista mutuamente sonriendo con las orejas y nos mantuvimos con vida y calentitos bajo el frío, y afrontar un encierro para siempre nos pareció fácil y simple. Para mí fue incluso bonito, en tu caso.
Sin embargo, mira lo que hemos hecho.
Dejamos de caminar, y en el lugar más soleado jugamos un pilla-pilla. ¿Quién perseguía a quién? ¿Quién empujó tan fuerte?
... Ahora hay un boquete en la pared.
⁉

viernes, 5 de junio de 2015

Agárrate, que vienen verdades.

Hay pocas cosas en el mundo cuya verdad nos sea completamente desconocida. Una pequeña cantidad de preguntas que podríamos hacernos día a día sin verdaderamente saber responderlas. Sin embargo, la verdad de las demás se encuentra en nuestra propia existencia; tejida de valores, respaldada por nuestra educación.
Ahora, ¿cuántas veces olvidamos darnos cuenta de que no hace falta pensar tanto, de que en el fondo ya conocemos la conclusión de todo lo que nos ronda por la cabeza?
Cuando admitimos una verdad que conocemos nos aferramos a esa certeza para luchar frente a las miles de vueltas que da de sí la Tierra. Nos agarramos a esa gran torre eléctrica de la cual antes negábamos la existencia y olvidamos buscar más verdades porque ya conocemos una.
Pero, cómo no (por el principio de un mundo descolocado en presencia de mentes), las verdades también pueden dejar de serlo con el paso del tiempo. Nunca te aferres a una realidad.

Agárrate al cambio.

martes, 2 de junio de 2015

Mentes ordenadas, desastre incluído.

Lo hermoso del desastre.
Somos seres descolocados, mal posicionados en una superficie que no era nuestra, somos tanto nada como todo y un vacío confuso que rompe el viento a su paso.
¿Ah, pero sabíamos caminar? No, volábamos...
Somos locos y contradictorios, buscamos un orden mientras nuestra existencia se apoya en el azar, en una mala suerte para todo aquello que algún día fue armónico. Somos una nota simple, una tecla más del piano que ha sido tocada en la melodía equivocada pero que, aun así, se amarra a las paredes del cacharro, se pega a los oídos y sale cuando la hemos acogido. Somos seres fastidiosos y a la vez todo nos fastidia, somos un nuevo estado de la materia que desaparece en segundos, o mejor dicho, tras nuestra efímera eternidad.
Aunque si, al fin y al cabo, el desastre forma parte de una colocación perfecta para curvar los extremos de tu boca recta... Quién sabe si podría ser al revés, quizá tu curvatura me enderezaría a mí también.

lunes, 1 de junio de 2015

Bajo mi opacidad. I.

"Quizá, a estas alturas, tengas ya una vaga idea de mí. Quizá no seas capaz de ver a través de mi fachada y lo que representa, pero créeme, incluso tú, que te escondes, apareces en el inventario de mi mente. Así es como ni tú ni yo vemos más allá, pero ambos preconcebimos una silueta del otro: creamos una imagen a partir de una máscara, más o menos nítida en función de nuestro interés por la minucia, pero exacta en toda su medida, al fin y al cabo. Me aventuraré a decir que la mente humana funciona como la luz encerrada en nuestros globos oculares: Invirtiendo. Pero es que, aun si esa imagen estuviese completamente forrada de carteles y espumillón, lo que veríamos no dejaría de ser lo que es: en mí, yo; en ti, tú."

Me limito a ver las cosas tal y como ellas mismas son.
¿Y cómo son las cosas?
Verás, eso depende de quién las mire...

Últimamente me estoy dando cuenta de muchas cosas. Reflexiono en particular, en plural y en cada ápice de mí misma sobre todo, porque si no, ¿cómo iba a saber por qué está condicionado aquello que pienso sobre todo lo demás?
Estoy segura de que cualquier otra persona tiene una visión diferente.
A eso voy.
¿Cuál es mi visión, qué captan mis ojos? ¿Qué se oculta en mi opaca pupila, qué misterioso secreto se eclipsa tras la verde danza de mis iris?

Yo veo un mundo sencillo en el que las verdaderas soluciones, las verdaderas respuestas y la propia verdad están al alcance de la mano. Veo el gran arma del ser humano para ocultar la realidad, su vanidad, su ansia de poder. También veo su ignorancia: los humanos tenemos voluntad (una voluntad infectada) sobre la voluntad.
Yo veo un lugar lleno de dolor, plagado de rabia y enfermo de caos, loco de envidia, muerto en su centro. Veo gente gris, me escondo de los soldaditos verdes, sonrío a las sonrisas amarillas. Doy calmantes a los enfurecidos rojos, y por último me abrazo a los azules. Y me suelo quedar ahí.
No llego a ver, pero sé que existe, una estela omnipresente cuya naturaleza es y siempre será un misterio.
Veo el desastre. Siento la pena. Soporto el dolor y padezco de humanidad.

Sin embargo, yo veo todo en technicolor.
Veo un mundo sencillo, en el que las verdaderas soluciones, las verdaderas respuestas y la propia verdad están al alcance de la mano...