No sé vivir sólo con cinco sentidos...
Cuando giras la cabeza hacia mí y sonríes con las mejillas, queriendo ocultarlo con la fina línea de entre tus labios, sé que tramas algo. Sé que tu boca puede estar tan cerrada como abierta, como ni cerrada ni abierta ni en un punto medio. (¿Acaso existe un punto medio?) Tus ojos inexpertos no pueden negar que ese hilo de tu boca no exista, no pueden relucir ante una luz que no brilla. No puedes mentirle a mi vista. Se te acaban los recursos.
Sin embargo, mis sentidos sí me engañan a mí. Comparan las imágenes con los mensajes de los que se alimenta mi oído y; ya que cuando tu boca está abierta o cerrada (también escucho el silencio) tienes opción a decir cualquier cosa que quieras consiguiendo que suene convincente, me confunden, me transmiten información contradictoria, anversa, reversa y perversa.
Pero a mi vista no puedes mentirle cuando de tu boca no sale ni el silencio ni el sonido, cuando mis oídos sólo perciben las ondas que reverberan de la atracción que tus labios ejercen hacia los míos cuando te encuentras tan cerca. Cuando te frenas en seco exactamente en el lugar donde tu línea no existe o existe a medias, y sólo se aprecian sus puntos inflexos y ese no-se-qué que provoca que mi tacto ondee como olas, aún consciente de si me rozas o no.
No puedes engañarme. Sé que lo deseas: el desenlace, el leve corte que rasgue la cinta y deje de separarnos de ti.
Arráncala. Yo no lo haré.
Mi campo magnético es transparente e intentar engañarte sería un fracaso: no hay cosa que desee más.
Pero esta sensación de que me mantengas sin quererlo en un suspense placentero y agonizante al mismo tiempo, y suspenderte tú también por consecuente al magnetizarte por casualidad conmigo; simplemente, no tiene comparación. Ni tú ni yo podemos negar una realidad tan aplastante.
Sin embargo, mis sentidos sí me engañan a mí. Comparan las imágenes con los mensajes de los que se alimenta mi oído y; ya que cuando tu boca está abierta o cerrada (también escucho el silencio) tienes opción a decir cualquier cosa que quieras consiguiendo que suene convincente, me confunden, me transmiten información contradictoria, anversa, reversa y perversa.
Pero a mi vista no puedes mentirle cuando de tu boca no sale ni el silencio ni el sonido, cuando mis oídos sólo perciben las ondas que reverberan de la atracción que tus labios ejercen hacia los míos cuando te encuentras tan cerca. Cuando te frenas en seco exactamente en el lugar donde tu línea no existe o existe a medias, y sólo se aprecian sus puntos inflexos y ese no-se-qué que provoca que mi tacto ondee como olas, aún consciente de si me rozas o no.
No puedes engañarme. Sé que lo deseas: el desenlace, el leve corte que rasgue la cinta y deje de separarnos de ti.
Arráncala. Yo no lo haré.
Mi campo magnético es transparente e intentar engañarte sería un fracaso: no hay cosa que desee más.
Pero esta sensación de que me mantengas sin quererlo en un suspense placentero y agonizante al mismo tiempo, y suspenderte tú también por consecuente al magnetizarte por casualidad conmigo; simplemente, no tiene comparación. Ni tú ni yo podemos negar una realidad tan aplastante.
Los infinitos segundos de espera nos confieren algo inmortal.