Hoy, a las 138.408 h de mi vida: Una canción se ha colado en mi mente y no parece dispuesta a salir.
Hoy, al instante diario de satisfacción: Rebota en mis oídos la primera nota de la melodía. ¡Puedo respirar!
Hoy, a las 138.408 h, 1 min, 34 s de mi vida: Estoy cantando a voz en grito Sex on fire. "TuXri(ru)turu, tuXri(ru)turu..."
Me pregunto en qué consistirá la extraña magia de los instantes. De los pequeños cambios momentáneos:
De·el segundo en el que estás vacío a·el segundo en que llega una canción a tu cabeza y se te clava en el cráneo ofreciéndote no más consuelo que el de escucharla una y otra vez.
De·el segundo en que sigues ansioso a aquél en el que por fin se produce en tus oídos la exacta vibración que tú quieres.
De·el segundo en el que estás tan cerca a·el segundo en el que estás tan lejos.
De·el segundo que está infinitamente lejano a·el segundo en el que estás tocándolo, de·el que lo tocas a·el que pasas a sólo estar cerca.
De·el amenazador segundo en el que aún todo es posible, a aquél en el que sientes el frío roce de la bala contra tu piel; de la milésima de segundo desde que la onda del impacto se expande hasta la siguiente, en la que procuras evitar su traducción en tu expresión.
De·el eterno segundo de la inquieta duda a la diminuta y maravillosa descarga eléctrica que alborota todos los controles sensitivos, arrastra adrenalina sedimentando el segundo pasado y desemboca en la boca desafiando la gravedad y elevando sus extremos.
¿Qué extraño presente se encuentra tras los instantes, que son tan capaces de lanzar como de pescar segundos; que son la transición de cada imagen, el "moverse" de cada "desplazarse"?
Quizá te responda un instante.