No sé si esta será ya la cuarta cosa que escribo hoy sobre ti. Y es que no lo sé, porque ya no sé ni a qué llamo "hoy".
Tengo un serio problema contigo. Algo ha permitido que te cueles en mi cabeza y tu toxina se ha expandido por todo mi cuerpo. Siento que tú, o más bien tu recuerdo, corre en mis venas a todas horas y hace que me ahogue de forma permanente, porque ahora para respirar me hace falta tu aire. No sé qué nombre le darás tú a este tipo de contagios, pero desde lo poco que queda de mí en mi interior algo me dice que lo llame invasión. Me has invadido, no sé si a voluntad o por accidente; has ocupado ya casi todo mi territorio interno y mi último soldado permanece en pie debatiéndose entre rendirse o luchar contra tu ejército, y lo único que me preocupa ahora es que continúe con vida, continuar con vida.
Si me rindo ante ti tomarás mi ciudad, sobreviviré, pero no viviré; seré sólo testigo de lo que tú hagas con lo que debería ser mío. No tendré suficiente aire para respirar y al final tus toxinas morirían.
Si lucho contra ti y venzo, si te empujo fuera de mí, temo quedarme sin aire, temo perder la necesidad de tu aire colmado de polvos mágicos.
Una vez ya creí haberte derrotado. Ya me equivoqué una vez pensando que no volverías a asaltarme.
A veces te veía venir a lo lejos, atisbar el horizonte, cruzarte con mis ojos y marcharte.
Pero todo este tiempo desde esa primera batalla te has estado preparando para atacar con fuerza esta vez. Lo has conseguido: mírame, a punto de postrarme a tus pies en mi propiedad.
No quiero obligarme a echarte de dentro de mí porque tarde o temprano pedirás la revancha. No quiero dejar de quererte así porque tarde o temprano volverás a invadirme.
Pero si permito que incluso mi última pequeña parte racional te adore, toda yo sería tú. Y necesitaría una bombona de ti que me supliese continuamente tu aire para respirar.
Dependería demasiado de ti.
Te pediría ayuda para que no te me acercases, para reacostumbrarme a un aire vacío que vaya expulsando tus toxinas de mi sangre. Pero no quiero que lo hagas.
Me imagino que sólo me queda pactar. Respiraré tu aire para que tu ejército viva, pero ordenarás la retirada.
Tus toxinas se irán de mi sangre aunque tu aire las estimule, así que recuerda que desafiaremos nuestra propia naturaleza...
De momento. Por el actual bien de los dos.
Ojalá algún día mi ejército también te invada, pero a la vez que el tuyo conquiste mi tierra sagrada.