Seis años después,
reapareces y, hablando sola,
resumes tu noria de vida en un sólo café.
Y, curado al fin,
me permito el lujo de observar
tu pelo raro y creo
que ahora fumas demasiado.
Y hablas como si te hubiera preguntado
¿de quién te vengabas todo el tiempo
que yo estuve a tu lado...?
Y aún no sé
a que diablos viene ahora tu llamada.
Tiembla tu cuchara,
y eso nunca queda bien.
Di, di la verdad,
llevas tiempo sin romper muñecos.
Pasados unos meses
alguien me ajustó de nuevo
y,
queda un poco lejos
cuando me incendiaste y ya
soplaron las cenizas,
volaron las cenizas.
Y qué te voy a contar, si ya lo sabes todo.
Me es imposible no echar la vista atrás de vez en cuando, y así surgen mañanas de Domingo como éstas, en las que disfruto haciéndome daño al recordar. Al recordarte. Al recordarnos. Al revivir tus palabras y sentirlas casi con tanta fuerza como entonces. Echo tanto de menos aquella ingenuidad...
Y a veces me pregunto qué hubiese pasado si no hubiese negado nada, si no hubiese tenido miedo. ¿Te habría perdido?
Sigues siendo una gran incógnita para mí. Sigues siendo especial, aunque sé que ya no te lo digo. Sigues siendo y siempre serás mi primer amor y al cual dejé pasar, como a la fría, oscura, mojada y hermosa niebla, por entre los huecos de mis manos tantas veces.
Espero que no haga falta que reaparezcas dentro de seis años.
Ojalá me cure algún día, porque ahora mismo creo que nunca lo he logrado.
Y ojalá tu pelo siga raro y para entonces no fumes tanto.
Quizá algún día te pregunte "¿a qué diablos viene ahora tu llamada?".
Dudo que vayas a llegar a temblar. Eso siempre te queda bien.
Después de romperme tú, ¿me ajustará alguien?
Y sí, queda un poco lejos cuando me incendiaste...
Pero no han volado las cenizas.