Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

martes, 22 de abril de 2014

Mientras tú las entretienes, yo me dedico a observar a la gente.


Mira las calles. Contémplalas, están vivas, brillantes, llenas de gente, ondulantes y tranquilas, calmadas cuales caracoles afectados por este calor decente. Y mientras tú las entretienes yo me dedico a observar a la gente.

Por la derecha, muy pegado a las fachadas, un hombre de negocios de sombrero torcido bajo el que oculta una cuenta mal hecha, se ajusta una corbata con cuya posición pregunta si aquello será un error grave.
Detrás de él y más hacia el centro, una adolescente indecisa con aspecto seguro y sonidos taponados por música de discoteca huye de una mala decisión que la lleva persiguiendo desde el metro.
El joven universitario que aparece poco después de ella, con cara de satisfacción y la cabeza fija en su posición alzada, se derrumba por dentro en agonizantes segundos lentos.
En el centro, casi a mi lado, una mujer elegante y prepotente carga sobre sus hombros el peso de su mirada llena de negrura, con un regusto amargo de sonrisa caída y tacones de tortura.
¿Y ese muchacho algo a la izquierda? Tampoco se libra, sus ojos malditos inundados de por vida a lanzar al vacío la eterna consecuencia -el alma le tiembla y le vibra- de sus miles de decepciones.
Ah, y el pequeño niño de la otra acera que juega con una pelota, sus preocupaciones son menores mientras para él son mundos, pequeñas heridas sangrantes y subidas de humos.

It's too late to apologize.

Todo el mundo tiene algo de lo que arrepentirse, algo por lo que disculparse, no existe humano que no haya destruido alguna vez. Todos rompemos platos, todos fallamos, todos decepcionamos, todos mentimos y todos soñamos; a veces, incluso lo hacemos demasiado.
Todos tenemos defectos, nadie es perfecto, pero también todos podemos cambiarlos.

Rectifiquemos:



It's not too late to apologize.






sábado, 5 de abril de 2014

No me arrepiento de habérselas vendido al viento, porque el tiempo, al ver que miento, se las llevó.



... Y no sé si se trata de la brisa marina, de la canción que suena o del bohemio paseo en coche alrededor de las típicas luces pixeladas de película, pero ahora, en este preciso instante, te estoy echando de menos.

Quizá porque cortamos muchas líneas buscando mejores destinos, quizá porque apostamos sin perder muchas cosas que por entonces no teníamos.
Cuántas palabras, tantos secretos, esas revelaciones y el contenido y fugaz deseo. Las alas que me dabas, nuestras promesas heladas; las alarmas que despertabas en mi soledad extensa, lo que significabas luego y lo sereno que quemabas con llama intensa: fuego incontenido, ardor interno, agonizante alarido, escalofrío eterno. Una sonrisa por aquí, una bobada por allá, un pequeño gesto inocente y una confesión sin hablar; una canción, un "dejarse llevar", muy poca práctica y demasiado hablar.

Y me arrepiento de habérselas vendido al viento, porque el tiempo, al ver que lo siento, se las llevó.

Porque pensamos demasiado en vez de sentir primero, por sentirnos obligados contra el frío invierno. 
Y cuánto me gustaría decirte lo agudo que es este silencio, lo mucho que falta aquí tu esencia y lo mucho que te quiero, cuánto te estoy echando de menos, preguntar dónde quedó ese sentimiento, contarte en cuántas cosas te miento, y verte de nuevo por dentro; y si te incomoda, lo siento. 

Tengo la sensación de haberlo hecho todo al revés, de dudar si estos impulsos renuncian o no a mi piel. 
¿Y si nos dejamos llevar de una vez? ¿Suena eso demasiado bien? 



Y no, en realidad no te estoy echando de menos; 
suelo hacerlo desde que dejamos de vernos.