"¡Buenos días, marinera de la mar!" escucho.
Supongo que al oír "marinera" se da por hecho que se trata de algo de la mar... Bueno, y qué más da, estoy de vacaciones, ¿de qué me sirve pensar?
Y eso es exactamente lo que quiero hacer, dejar de pensar por un momento, dejar de comerme la cabeza y sentir, simplemente dejarme llevar por las olas que navegarán bajo el barco sobre el que viviré la próxima semana.
¡Y sentir el frescor de la brisa golpeando como puños de hielo mi vestido al caminar por la proa! ¡Y conocer los lugares más hermosos desde el alféizar inexistente de la barandilla con paredes transparentes! ¡Y gritar a los delfines que naden, que nos echen una carrera, que vengan a por mí y me sirvan de guía en el hermoso mundo marino de la mar!
Aunque ya se supone que el mundo marino es de la mar...
Y muchas veces me pregunto si mi atolondrada mente tiene remedio, si algún día encontraré a alguien con quien no me haga falta pensar en absolutamente nada, en cuya mirada pueda perderme entre silencios nunca incómodos y en cuyos brazos pueda acurrucarme con confianza en las gélidas noches, alguien que siempre tenga una idea sobre qué hacer, que quiera, como yo, explorar, conocer, aprender de todo y vivir... Y jamás llegar a ser adulto, jamás entrar en el programa económico que nos tienen predefinido desde que nacemos, eso de especializarnos en una sola cosa y olvidar las demás, y dedicarnos a ella toda la vida terminando hartos... No se puede ser humano sin mente, igual que no se puede serlo sin corazón.
¿Y cuándo se cumplirán todos nuestros sueños? ¿Y cuándo nos dejarán vivir a nuestra manera? ¿Y cuándo encontraremos todo lo que andamos buscando? ¿Desesperaremos en la espera?
Quién sabe. De todos modos, da lo mismo, estamos de vacaciones...