Aún me sigo preguntando de dónde sale todo.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Martín.

25-11-12
Sé que a partir de hoy nada volverá a ser lo mismo.
Sé que debo ser fuerte, que debo hacer lo que él querría que hiciese en cada momento. Sé que debo cuidar de mi madre y de mi hermana, de mi perra, que también, quizá, le eche de menos. Sé que Claudia aún es pequeña, y que para ella será mucho tiempo sin él, que le costará muchísimo; que mi madre es quien debe cargar con todo esto que nos oprime el pecho cada vez que cogemos aire para respirar un calor que ya no compartimos con él y que nos incendia por dentro. Sé que debo cuidar de ambas y dejar de pensar en mí, sé que no será difícil, porque mi cabeza estará ocupada por él. Por su sonrisa, su mirada penetrante que sin querer me susurraba siempre un "adiós" que no quería creerme. Por su voz, por sus ironías y sus juegos de palabras. Por su risa, por su forma de tocar la guitarra, por sus últimos días. Por el peor momento de mi vida. Sé que a partir de hoy todo va a cambiar, que él no me acompañará hasta el altar el día de mi boda, que no verá a sus nietos ni podrá darme más besos de buenas noches. Que no habrá más fiestas como las que él logra hacer en verano, que no recibiré nunca más una carta suya, un mensaje, o una llamada. Que nadie ocupará su lugar en mi corazón jamás, ni ese espacio en su cama. Mi hermana se va haciendo a la idea. Pregunta cosas como: ¿Con quién iré yo ahora al colegio? Sé que lo que pregunta es: ¿Qué habrá en ese hueco que él ha dejado?
Amor, Claudia, amor. Todo el amor que le tenemos, toda la felicidad que él tuvo.
Me consuela saber que logró ser feliz, que por fin ha dejado de sufrir ese dolor palpitante y angustioso dentro de su cabeza. Me mata recordar la última imagen que vi de el. Me duele tocar estas teclas, de un ordenador que no es mío, sino suyo. Me arden los ojos cada vez que veo a alguien llorar, sé que él hubiese preferido que riésemos. Pero a mí misma también me cuesta. Sé que, si ha sido así, es que tenía que serlo. Me duelen los oídos cuando suena el portero de casa, porque lleva la cuenta del número de veces que una cara enrojecida hará brotar mis lágrimas. Me duele todo, me duelen los "lo siento" de mis amigos. Sé que no es su culpa, que cualquiera que me diga algo no me ayudará a nada, pero no voy a enfadarme. Sólo intentan animarme, como yo también haría. Sé que no estoy sola.
Hay una fotografía en la mesilla de al lado de su cama. Quizá para algunos sea algo aburrido leer cómo es, porque voy a describirla; pero sé que lo necesito, porque es la única que consigue captar todo lo que tengo dentro en una sola cosa.
La foto fue hecha con su cámara, supongo que por mi madre. La imprimí un año para hacer una manualidad de clase, un regalo del día del padre. Consistía en un marco de gomaespuma decorado con perlas y accesorios. Escogí esa foto porque era una en la que salíamos los dos prácticamente con la misma cara. Serios, mirándonos. Yo tendría unos seis años, el pelo moreno, recogido dificultosamente en una coleta de la que se me caían todos los pelos por delante de la cara. Era verano, y yo llevaba mi vestido favorito, del que sólo se ve el tirante. Él vestía una camisa de rayas azules y blancas, sobre la cabeza unas gafas de sol. No sabría decir bien a dónde se dirigían sus ojos, pero esa forma de girar la cabeza la vi miles de veces en sus últimos días, cuando, sentado al volante de su coche, la giraba para mirarme a los ojos con dolor, o para darme un beso. En el marco de la foto pone: "Feliz día papá."
La primera vez que miré largamente sus ojos fue un Martes, hará algo así como dos semanas. Yo iba en la parte delantera del coche, a su lado, hablando por whatsapp con el móvil pero con la mente en otra cosa. Mi padre estaba enfermo de depresión, y yo aún recordaba la última vez que lo había estado de esa forma tan grave, ingresado en el hospital. De todos modos, yo no le veía tan mal. No estaba tan mal...
Aquél día me lancé a preguntarle.
-Papá, ¿qué te pasa? -le miré, y él me miró a mí. Vi en sus ojos el cansancio, el modo en que sufría.
Soltó una mano del volante y se la pasó por el pelo resoplando. Me miró un momento.
-Nada, nada, cariño. Estoy un poco enfermo, pero no pasa nada.
-¿Es muy grave?
-No -mentía, aunque yo aún no lo sabía-, no es grave, no. ¿Recuerdas cuando tuve que estar en el hospital?
-Sí. ¿Es tan grave como entonces?
-Bueno, es complicado.
Me vio preocupada, no conseguí mirarle más veces a los ojos a partir de entonces durante tanto tiempo. Fue un día que yo estaba algo triste y frustrada, él me apoyó, comprendí cuánto me quería y cuánto le necesitaba. Me avergüenza no saber qué día fue.
Recuerdo el último beso que le dí, el otro día. Llegué a casa después de dar una vuelta, que yo recuerde, y sin ton ni son, me acerqué y le besé la mejilla. Me salió solo. Él hizo lo mismo.
Recuerdo la última vez que hablé con él, esta mañana. Abrió la puerta de mi habitación antes de irse a trabajar al jardín un rato, y dijo mi nombre. Yo le saludé, sin apenas girar la cabeza, y él se marchó. Se marchó para siempre.
No quiero recordar la última vez que le vi. Juro que soñaré cada noche con ello, o, mejor dicho, que me desvelará; que no podré dormir si esa imagen me revuelve el cerebro. Juro que jamás veré nada peor, y que jamás existirá ningún hombre tan maravilloso como él. Mi padre.
Tiene otra fotografía en su mesilla, en la que aparecemos él y yo un otoño. Yo tendría unos... ¿dos años, quizá? Estábamos en el muelle de Salinas, era un día nublado. La marea estaba baja. Él llevaba puesto un jersey marrón que parece muy abrigado y suave, una camisa azul clara, la barba y la perilla afeitadas y el pelo arreglado y tan castaño como el mío. Qué guapo era, qué guapo es. Con una sonrisa en la cara me tenía cogida de las manos, yo estaba sobre sus hombros, con las piernas bailando a su bola. Por entonces yo era casi rubia. Llevaba un abrigo rojo que recuerdo que tenía una capucha, unas botas negras, unas medias blancas, y supongo que un vestido o una camisa con bermudas del mismo color. Sonreía muchísimo. Siempre fui una niña muy alegre, porque siempre tuve el mejor padre del mundo. Y siempre lo tendré, aquí, conmigo, en mi corazón. Queriéndome cada día más, cuidándome desde donde quiera que esté ahora mismo. Estoy logrando ser fuerte, porque estoy sacando todo lo que tengo dentro, y sé que es lo que él querría. Hoy he abrazado a miles de personas con las que ni siquiera he hablado nunca, a las que jamás he visto, o con las que no sé ni qué tengo en común aparte de a él. Pero es suficiente. Porque es tan grande... Y hablo en presente, porque no se ha ido. Lo que nos une ahora mismo a todos los que aún estamos en esta casa, Su casa, es él, y sólo él. Ninguna relación de parentesco. Nada excepto él. Y como ya he dicho, es suficiente. Hoy no he comido nada, me sorprende que aún sean las siete y media de la tarde, porque fuera se escucha una negrura impenetrable y se ve un sonido que se asemeja al de la lluvia. Huelo un tacto suave que me recorre la mejilla, y toco un olor que despierta mi nostalgia.
He perdido totalmente la cuenta del tiempo y se me ha olvidado el día que es. Mi mente vuela por miles de recuerdos, el aire incendia mis pulmones cada vez que respiro, y sé que mis ojos no volverán a verle más si no es en fotografías.
Soy fuerte, lo sé. Poca gente sería capaz de hacer lo mismo que yo en un momento como este. Supongo que su ausencia siempre ayudó a que me sintiese más protegida, más autoritaria, más responsable, más él, más mi padre. Más Lantarón. Y haré honra de nuestro apellido.
Mi tío llora, ha llamado por teléfono a todos a quienes ha podido. Mi abuela es fuerte, como yo, su frase del día es "con dos cojones, hay que tirar para adelante". Mi madre responde a "¿quieres algo, Gabriela?" con un "quiero a Martín", y llora. No ha descolgado ninguna de las llamadas que le han hecho a su móvil. La gente sube de uno en uno a mi habitación, llamándome "mi niña", preguntándome qué tal estoy, y apenándose por mi. Me hacen caer, y llorar. Ah, y yo no soy "su niña", soy la niña de mi padre.

Si su corazón se ha parado, que se pare el mundo también. 


lunes, 19 de noviembre de 2012

Carlos Ruiz Zafón. Marina.

"Marina me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió. Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras. Pero más vale que empiece por el principio; que en este caso es el final.
En mayo de 1980 desaparecí del mundo durante una semana. Por espacio de siete días y siete noches, nadie supo de mi paradero. Amigos, compañeros, maestros y hasta la policía se lanzaron a la búsqueda de aquel fugitivo al que algunos ya creían muerto o perdido por calles de mala reputación en un rapto de amnesia.
Una semana más tarde, un policía de paisano creyó reconocer a aquel muchacho; la descripción encajaba. El sospechoso vagaba por la estación de Francia como un alma perdida en una catedral forjada de hierro y niebla. El agente se me aproximó con aire de novela negra. Me preguntó si mi nombre era Óscar Drai y si era yo el muchacho que había desaparecido sin dejar rastro del internado donde estudiaba. Asentí sin despegar los labios. Recuerdo el reflejo de la bóveda de la estación sobre el cristal de sus gafas.
Nos sentamos en un banco del andén. El policía encendió un cigarrillo con parsimonia. Lo dejó quemar sin llevárselo a los labios. Me dijo que había un montón de gente esperando hacerme muchas preguntas para las que me convenía tener buenas respuestas. Asentí de nuevo. Me miró a los ojos, estudiándome. "A veces, contar la verdad no es una buena idea, Óscar", dijo. Me tendió unas monedas y me pidió que llamase a mi tutor en el internado. Así lo hice. El policía aguardó a que hubiese hecho la llamada. Luego me dio dinero para un taxi y me deseó suerte. Le pregunté cómo sabía que no iba a volver a desaparecer. Me observó largamente. "Sólo desaparece la gente que tiene algún sitio adonde ir", contestó sin más. Me acompañó hasta la calle y allí se despidió, sin preguntarme dónde había estado. Le vi alejarse por el Paseo Colón. El humo de su cigarrillo intacto le seguía como un perro fiel.
Aquel día el fantasma de Gaudí esculpía en el cielo de Barcelona unas nubes imposibles sobre un azul que fundía la mirada. Tomé un taxi hasta el internado, donde supuse que me esperaría el pelotón de fusilamiento.
Durante cuatro semanas, maestros y psicólogos escolares me martillearon para que revelase mi secreto. Mentí y ofrecí a cada cual lo que quería oír o lo que podía aceptar. Con el tiempo, todos se esforzaron en fingir que habían olvidado aquel episodio. Yo seguí su ejemplo. Nunca le expliqué a nadie la verdad de lo que había sucedido.
No sabía entonces que el océano del tiempo tarde o temprano nos devuelve los recuerdos que enterramos en él. Quince años más tarde, la memoria de aquel día ha vuelto a mí. He visto a aquel muchacho vagando entre las brumas de la estación de Francia y el nombre de Marina se ha encendido de nuevo como una herida fresca.
Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Éste es el mío."

                                                                  Marina, Carlos Ruiz Zafón.

domingo, 18 de noviembre de 2012

The memory - Mayday parade.





She is everywhere I go
Everyone I see
Winter's gone and I still can't sleep
Summer's on the way
At least that's what they say
But these clouds won't leave.

Walk away
Barely breathing
As I'm lying on the floor
Take my heart
As you're leaving
I don't need it anymore

This is the memory
this is the curse of having
too much time to think about it
It's killing me
This is the last time, this is
my forgiveness, this is endless.

Now, spring has brought the rain
But I still see your face
And I can not escape the past.
Creeping up inside,
reminding me that I
can never bring you back.

This is the memory
this is the curse of having
too much time to think about it
It's killing me
This is the last time, this is
my forgiveness, this is endless.

Someone help me
cause the memory
convinced itself to tear me apart
And It's gonna suceed before long

This is the memory
this is the curse of having
too much time to think about it
It's killing me
This is the last time, this is
my forgiveness, this is endless.

Someone help me
cause the memory
convinced itself to tear me apart
And It's gonna suceed before long


She is everywhere I go
Everyone I see
But these clouds won't leave.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Esas cosas que te recuerdan...



Las tardes de invierno en que llovía y tu calor me bastaba para ser feliz.


Te tengo, lo sé. Te amo, lo sé. Me amas, lo sé. Más que a nadie, lo sé. 
Sé que eres mío. Que ya te tengo en mis manos. Que no me hace falta comerme más la cabeza. Lo sé. 
Sé que tengo ganas de ti, y que no soy la única de los dos que lo siente. Sé que te echo de menos en cuanto te alejas de mí a más de cinco milímetros. Sé que sientes lo mismo. Sé que cuando estoy contigo un incendio arde dentro de mí, sé que el vago recuerdo del olor de tu cuello es lo único que me hace sonreír cuando estoy lejos de ti. Sé que tus besos son mi aire, sé que tu mirada es mi agua. Sé que no dejaré que nada nos separe. Sé que por mi parte, eso jamás sucederá.
Sé perfectamente todo eso, y aún sabiéndolo...
Me sigue haciendo feliz cada saludo tuyo, tan feliz como me hacía el primer día que me di cuenta de que te amaba. Aún me hace ilusión que me digas "te amo", tanta ilusión como me hizo la primera vez que me lo dijiste. Sigue saliéndome esa sonrisa tonta cada vez que pienso en ti, como aquellos días en que aún estabas volviéndome loca, haciendo que me comiese la cabeza. Evidentemente, sigues volviéndome loca. Tu sonrisa, cada vez me enamora más, tus ojos cada día me asombran de nuevo. Sigue parándose mi corazón cada vez que te veo avanzar hacia mí como el primer día que quedamos. Mis nervios siguen siendo los mismos aunque me controle más, mi amor jamás dejará de crecer. Porque cada día que pasa, a pesar de mis paranoias y estupideces (mi mente se divierte a escondidas mientras yo me como la cabeza), te amo más, y más, y más... 

Cierro esta entrada sin palabras de despedida.


Destructivo. Fácil. Doloroso. Inesperado.



Como un adiós que jamás imaginaste.

¿Qué es una despedida?
No lo sé. El pensamiento que solía responderme las preguntas se fue, así que supongo que me quedaré con la duda.
¿Que por qué se fue? No lo dijo. Recuerdo que un día su presencia se notó incluso en mis pulmones, que cada pregunta que me hiciese, por muy estúpida que fuera, me la respondía. Que incluso hablaba cuando yo no se lo pedía. Recuerdo que quizá incluso llegó a hartarme de tanto parlotear dentro de mi cabeza. Antes de dormirme pensé "¿por qué, querida mente, te gusta pensar tanto? ¿por qué no me dejas en paz, y me das respuestas, y no más preguntas a cambio?". A esas preguntas no obtuve contestación, me dormí. Cuando me desperté, recuerdo que no me hizo falta pensar. Quizá sólo sentía, o quizá me volví ignorante de repente. Sólo sé que mi razón se marchó ese día, sin decir adiós, esa fue su despedida. Fue palpable, porque mi inspiración huyó con ella. Fue dolorosa, porque me golpeó en el alma como una espada, pero no logré reprimirme mi estupidez. 

Quizá así sean todas las despedidas; quizá no haga falta un "adiós" cuando es para siempre. 

-Vamos, pide un deseo.




¿Cómo va a hacer una moneda en una fuente que tú te quedes 
para siempre conmigo? Lo siento, amor. 
Si quiero que se cumpla, he de tirarme yo. 



La función ha terminado.




Pero no se preocupen.
 La defunción no ha hecho más que empezar.

Miles de ojos guardan la memoria de un espectáculo que acaba de tocar a su fin. Pero, insatisfechos, esperan que se cierre el telón para que reaparezcan los actores saludando. ¿Y si no lo hicieran? ¿Se quedarían allí, aplaudiendo para siempre, esperando? No. Se marcharían pensando en por qué no aparecieron. 
Quizá alguno se sintiese identificado con la historia narrada, quizá fuese un trozo de su pasado que se marchó también sin despedirse. 
La diferencia entre un acto de tu vida y un acto teatral es que en el teatro existe una despedida. En la vida las cosas desaparecen, sin más, y tú te quedas esperando a que aparezcan de nuevo para decirte "adiós". Quizá sea mejor para ti que jamás lo hagan. 
Cuando se baja el telón definitivamente sin un final que hubiese sido esperado, te acabas cansando de esperar y te marchas, preguntándote qué ha ocurrido. La defunción ha comenzado. 

Esos ojos expectantes poco a poco vacían su brillo de las emociones recién despertadas, aplauden, pero lentamente van olvidando la razón por la que lo hacen. Lo que les enseña la obra queda en un vago recuerdo al que no volverán a recurrir, y sus mentes se esparcen por callejas demasiado transitadas con nombres de las preocupaciones de la sociedad. 
Lejos del mundo, los actores viajan a otros lugares, actúan, saludan (o no), y se marchan de nuevo, para comenzar otra función.

Acaso, en el fondo, ¿sabe alguien estar vivo?

Como volver a casa tras un duro invierno...



-Te he echado de menos. 

He vuelto. De nuevo paseo por estas calles que parecen darme la bienvenida a la luz de sus farolas. Puedo sentir que esta tarde ha llovido, el ambiente es húmedo y las hiedras lloran. Será que sigo sin caerles demasiado bien, o que a pesar de nuestras diferencias me han echado de menos. Sea como sea, reparto a pedazos iguales el rastro de mi perfume entre ellas. Un pequeño regalo que les he traído de mi viaje. 
Se agitan, alegres. Parece que les gusta este nuevo oxígeno con sabor a felicidad. Mi mirada se pierde al fondo de la calle: unas siluetas negras, como enfundadas de arriba a abajo en una gabardina color carbón, pasean despreocupadas por la otra acera, en dirección contraria a mí. Me pregunto si serán vecinos, si ellos habrán notado mi ausencia. Si saben cuánto los he añorado yo, a pesar de desconocer sus nombres. Su simple presencia me saca una sonrisa. Siguen ahí, aún no se han marchado, todo parece intacto desde el día en que me fui. Parece indiferente al tiempo que ha pasado. Incluso el mismo gato negro de ojos verdes me espera escondido en el muro de hierba de la esquina de la calle. Sus ojos se iluminan a la luz de la naciente luna que brilla tras mi sombra. Puedo percibir un aire nostálgico, como dudoso, surcando su pelaje. Parece que no me recuerda, pero ha estado esperándome. Quizá olvidase la razón por la que seguía regocijado en el muro. Me acerco hasta él y le acaricio con suavidad la cabeza. 
-¿Qué ocurre, pequeño? Estás frío..., ¿tú me recuerdas?
Como es de esperar, el felino no contesta. Continúo caminando y me sigue, empiezo a pensar que simplemente estaba molesto por haberle dejado aquí. Me adelanta unos pasos, se planta delante de mí y ronronea restregándose contra mis piernas. Le cojo en brazos, ¿cómo he podido pensar que se olvidaría de mí? 

He vuelto, y no pienso volver a irme. "Rrrr..." El olor de su pelaje es agradable, acogedor. La casa está fría, las escaleras cubiertas de musgo y humedad. La luz de la farola tintinea, parece que quiere evaporarse pero no lo logra. La chimenea, ¿encendida? 
-¿Hay alguien? 
Aparece una sombra tras mi espalda y mi corazón se para. La cabeza me da vueltas. La herida se abre de nuevo y mis ojos se inundan. Él. Él, con todo su ser y una mirada triste pero reconciliada conmigo. Sus labios vueltos sonrisa se despegan, escucho un silencio demasiado largo, porque estoy impaciente por volver a oír su voz. 

-Te he echado de menos.

Tan pronto llega...




Y ya se ha ido.

No me digas que jamás te ha ocurrido. Algo que apreciaste de verdad se marchó de repente y, como siempre, tu subconsciente quiso recordar cada segundo que aquello hubo existido. 
¿Te paraste a pensar que te habría gustado repetirlo, pero sabiendo que desaparecería? ¿No te habría gustado vivirlo una vez más, para despedirte? 
Las cosas se van cuando menos te lo esperas y cuando ya no hacen falta aunque tú no lo creas. Y aunque no lo parezca, su ida te servirá de algo. El último favor que algo huidizo puede hacer por ti, es marcharse. Si lo superas, te harás más fuerte, y tu vida seguirá su rumbo. Si no lo superas, ya lo harás. 
Piensa en tu presente a largo plazo, algo que te esté sucediendo. Un amigo, una experiencia... Si no lo disfrutas ahora y después desaparece, ¿podrás volver a tenerlo? Vive el presente como si no hubiese un futuro, y cuando debas pararte a decidir, recuerda tu pasado para tomar tu propio ejemplo y valorando qué te conviene en un futuro. 
Asúmelo: por tu vida pasará mucha gente, que volverá a marcharse. Habrá anécdotas que no puedas repetir más adelante. Habrá objetos que tendrás una vez, y no volverás a ver nunca. O quizá sí... pero no lo sabes, ni hay modo de saberlo. Nunca un día será como otro. Nunca nada sustituirá plenamente a algo. 

Como un tren. Tan rápido como tú estás leyendo esto. Mira estas palabras. Tan pronto llegan...

...como se han ido. 

Soy el será de todo lo que ya ha sido, soy el fui de lo que seré en un mañana aún dormido.

Hoy rebusco entre una mirada gris rodeada de negro. Hoy navego entre mis ojos al despertar, me pregunto qué he sido, qué soy, y qué seré.

"Soy un fui, y un será, y un es cansado."

Mi pasado es un jarabe de fresa en el que se disuelven errores, juegos e infancia. Tiene olor a chimenea de otoño, de esas que encendíamos en casa las noches de lluvia intensa, que dejaba un deseable y húmedo despertar en la mañana siguiente. El ambiente me recuerda a esas navidades ya pasadas en las que cantábamos disfrazados y la ilusión permanecía intacta, guardada en nuestras simples cabecillas de niñas. Se escuchan los cantos de todos los pájaros que nos acompañaron a presenciar el nacimiento de las flores aquella primavera, con los que celebramos un alegre banquete. Del verano, recuerdo una sola imagen: mi pie resbalando en la escalinata de arena que se formó frente al borde del inmenso pozo del mar.
Yo era entonces una chiquilla sin demasiadas preocupaciones, con ganas de vivir, esperando con impaciencia la llegada de todo lo que aún no había sido.
Yo fui, simplemente, una más, sin criterio propio ni valoración, queriendo comerme el mundo.

Quizá sea más simple inventarme mi futuro, antes de explicar mi presente. Quizá sea más complejo; en el fondo, ¿qué más da?

Mi futuro está lleno de interrogaciones por todas partes, supongo que como el de cualquier otra persona. Pero yo tengo una ventaja: sé cómo encontrar las soluciones que busco. Todo cuanto yo busque lo encontraré, todo cuanto yo quiera lograr, lo conseguiré... si no me rindo nunca. Y jamás me rendiré creando las respuestas a ese nido de interrogaciones que es mi futuro ahora mismo.
Yo seré las consecuencias de lo que en este momento haga, el conjunto de todo lo que está siendo ahora mismo.

Mi presente es un carpintero. Sierra poco a poco sus piezas, comete fallos, examina los pedazos estropeados y los exhibe en frente de su mesa de trabajo. ¿Para qué? Para, al mirarlos, recordar cómo cometió esos errores, y no volver a repetirlos. Para mejorar su técnica, no debe olvidarlos. Después busca en su micronésima y alocada mente la imagen que busca dar a sus piezas, y procura llegar a lograr su objetivo, fallando muchas veces, aprendiendo de cada una, pero sin rendirse.
El carpintero es mi presente. Lo está siendo ahora mismo, lo fue y lo será siempre. Es la consecuencia de sus errores pasados, es el conflicto de lo que él mismo será en un futuro. Mi presente es el conjunto de lo que fui en el pasado, y es lo que hará que yo sea como seré en adelante. 



Soy un será que aún no ha sido, fui el será que soy ahora, soy el será de todo lo que ya ha sidosoy el fui de lo que seré en un mañana aún dormido.




viernes, 9 de noviembre de 2012

Ardes en un fuego enamorado y no te quemas, te hace cosquillas y ríes, yo ya estoy incendiada de tí, amor.

Ven. Acércate. Quiero ver tus ojos tan de cerca que pueda aprenderme su tono de memoria, para redibujarlo en mi mente cuando te eche de menos. Acércate un poco más... Quiero sentir tu respiración sobre mi boca. Escucha... Tengo que contarte un secreto. Pegaré mis labios a tu oreja y te lo susurraré lentamente, pero antes... Abrázame, que este crepúsculo es frío. Apoya tu cabeza sobre mi hombro y hunde tu rostro entre mi pelo. Vuélvete loco, y bésame lentamente el cuello.Yo tengo toda mi vida para contarte sin palabras mi secreto. Avanza, avanza... mis labios me han contado que quieren rozar los tuyos. Guárdame como a un tesoro que sólo tú posees, escóndeme como si corriese peligro. Y lo corro, mientras tú no estás conmigo... Busca con tus dedos mi cintura bajo el vestido de seda y rózame. Acaricia con la yema de tus dedos cada milímetro de mi piel, mientras tu cuerpo y el mío se intercambian reservas de fuego para el invierno que se avecina, mientras tus labios hablan sin palabras y me revelan tu deseo. No vuelvas a confiar en ellos, me dirán lo que tú les cuentes de mí, el destino que quieres para ellos.
Pero tranquilo, no te preocupes, yo les cuidaré con recelo, les educaré para ser aprendices de míos. 
Toma, a cambio, mi corazón es todo tuyo, y mi mente, y mis labios, y yo entera, soy tuya, toda para ti. Nada hay en este mundo más deseable para mí que tú. Ven... arrástrame con tus manos descontroladas hasta algún sitio que desconozca, del que me quede un vago recuerdo, como un sueño; como el contorno del vaho sobre la invernal ventana cuando recuerda que tú estás lejos, y yo fría sin tu calor. Susúrrame al oído y dime que me amas. Sujétame suavemente y túmbame sobre un lecho de flores hecho por tus propias manos. Bésame hasta que el alba lo cubra todo con su llamada matinal, y después no pares de besarme nunca. Que tu mirada explore tras la mía, que viaje al fondo de mi corazón y se reencuentre allí contigo. Ven, hazme tuya.
Apoya tu cabeza en mi pecho. Hazme caricias. Revuélveme el pelo. Acaricia mi mejilla. Acércate más. Pégate a mí, más, más aún. Fúndete conmigo... me abrasas. Ardes. Ardes en un fuego enamorado y no te quemas, te hace cosquillas y ríes, mis labios te provocan y te incendias impermeablemente, yo ya estoy totalmente incendiada de tí, amor. Ven, que yo me bebo cada llama de tu cuerpo, las apagaré a besos.
Acompáñame a ese cielo tuyo tan infinitamente mío, o te echaré de menos en el viaje, no conozco el camino.
Ven, arrástrame, insísteme, sedúceme, ahógame entre tus redes. Bébete conmigo cada segundo trizado en un dulce mordisco en el cuello. Cómete cada segundo marcado en las heridas de mi piel y alívialo. Déjame despeinarte. Abrázame, sigo teniendo frío. Aunque estás aquí, te sigo sintiendo lejos. Necesito besarte, jugar a esos banquetes de dulcerías que tanto nos gustan, morder tus labios, hundirme en tu infinito mar de miradas y tu hipnótica sonrisa. Necesito tu cuerpo, tu calor, tu incendio, sentir tu calor correr por mis propias venas, tu aire viajar con el mío, tu locura guiando a la mía. Necesito sentirme tuya, sólo tuya, y sentirte mío, sólo mío. Que le regales un suspiro convertido en mariposa a mi corazón.
Necesito tenerte aquí, conmigo, a mi lado, enamorado. 
Ven. Te debo un secreto, ¿recuerdas? Túmbame sobre ti. Sentiré tus escalofríos al rozar mi gélido cuerpo. Desliza tus manos por todos lados, mi respiración acelerada encontrará madriguera en tu cuello. Mi hambre crecerá y se saciará entre tus brazos. Mientras, roza cariñoso mi pecho con tus labios. Yo te morderé la oreja, sin hacerte daño.
Mi amor, ven. Escúchame.

Es tanto lo que me gustaría decirte, que no vale la pena comenzar una palabra que se convertirá en una frase, después crecerá hasta ser un párrafo y se multiplicará para crear un testamento. Mi testamento de amor. Pero no merece la pena, sería eterno.
"Quiero todo contigo, mi vida entera a tu lado. Te amo."

                                                                                                                               M.